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¿POR QUÉ EL VINO BLANCO SE TOMA FRÍO, Y EL TINTO NO?

SoloVino 17/06/2025

Cuando se pregunta  ¿Por qué el vino blanco se toma frío, y el tinto, a temperatura ambiente? te entran dudas metafísicas sobre el vino. La respuesta obvia sería “porque sabe mejor”, pero… ¿es la temperatura a la que tomamos los vinos un constructo social, o hay un motivo que vaya más allá del uso y costumbre? ¿De dónde salen las recomendaciones para tomar un vino a 12 grados y otro a 18?


Yolanda Ortiz de Arri, periodista especializada en esta bebida y redactora de Spanish Wine Lover, nos ilumina al respecto: “El aroma y sabor de un vino cambian mucho según la temperatura a la que se sirve. Cuanto más alta es, más compuestos volátiles se liberan y, por tanto, más se perciben los aromas.



Por eso, los vinos con crianza y más complejos, tanto blancos como tintos, ganan al servirse relativamente templados (entre 14 y 18 grados). Pero ojo: por encima de 20 empieza a evaporarse demasiado alcohol, y el vino puede resultar desequilibrado”.


“A temperaturas bajas ocurre lo contrario”, prosigue Ortiz de Arri. “Los aromas apenas se perciben, salvo que el vino sea muy aromático, pero se disimulan bastante bien los defectos. Por eso los vinos sencillos, con poca acidez o de menor calidad suelen servirse fríos (entre seis y 10 grados).


También agradecen el frescor los dulces (el azúcar puede resultar empalagoso a temperaturas altas), espumosos (el carbónico con calor resulta agresivo) y los rosados”.


En muchas páginas de Internet se dice que los blancos se toman fríos porque así se percibe menos su acidez, y los tintos no porque sus taninos los convertirían en bebidas ásperas.


¿Verdadero o falso? “Es cierto que cuanto más baja es la temperatura, mayor es la sensibilidad del paladar a los taninos y el amargor. Por eso un reserva muy frio es desagradable: salen los taninos, la madera y la estructura, y se pierde la fruta. Lo de la acidez no está tan claro. Además, el vino blanco no es necesariamente más ácido que un tinto. Esto es lo que dice Jancis Robinson, una de las gurús más respetadas del vino: ‘El efecto de la temperatura en la sensación de acidez es discutida por los científicos, pero en general se observa que los vinos flojos pueden parecer más refrescantes si se sirven fríos, digamos a 10 grados’”.


Un apunte extra: en Bolivia tendemos a servir los blancos demasiado fríos y los tintos también fríos pero a veces están demasiado calientes, cuando el contexto también es importante. “No es lo mismo estar en La Paz en julio que en Santa Cruz en febrero. Lo ideal, como casi todo en la vida, es el equilibrio. Como el vino tiende a calentarse a temperatura ambiente, servirlo en el rango de temperatura más bajo recomendado —o incluso un poco más frío— no es mala idea, especialmente en verano. Y si se calienta demasiado, una cubitera con hielo y agua lo refrescará rápidamente".


En resumen:

El vino blanco se sirve mejor frío, generalmente entre 6 y 14°C. Los vinos tintos, por otro lado, se suelen servir a una temperatura ligeramente inferior a la temperatura ambiente, es decir, entre 15 y 20°C.


El vino blanco necesita estar frío para que sus sabores y aromas se puedan apreciar mejor. El frío también ayuda a resaltar la acidez y frescura del vino. Por el contrario, el vino tinto a temperatura ambiente permite que sus aromas se desarrollen y se puedan apreciar mejor sus sabores.

 

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