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  • 12 dic 2024
  • 2 Min. de lectura

OPINIÓN 12/12/2024

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Por Javier Beltrán G. - Sommelier


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Cuando pensamos en dar una pausa a la rutina y disfrutar de un descanso, es que asociamos este tiempo para mimarnos con el de relajar nuestros sentidos, pero… ¿de qué manera? Mirar una buena película, comer algún platillo especial, una visita a un spa, irnos a un lugar lejano y disfrutar de la naturaleza. En fin, hay muchas posibles opciones, pero, de hecho, existe un deleite que aglutina todo esto en un pequeño receptáculo de cristal…el vino.

 

Aunque no seamos expertos en saborearlo o describirlo, debemos tener algo claro: ser fieles a nuestras percepciones que nos transportarán a un mundo de sensaciones por medio de nuestros recuerdos.

 

Por eso, el simple hecho de mirar el color del vino en una copa es un estímulo que nos transporta a algún recuerdo especial, proveniente de la calidez del rojo ladrillo, pasando por el brillo carmesí delimitado por ribetes violáceos, reflejando la vitalidad de los tonos rosa y granate, que se fusionan con la alegría de los dorados y amarillos con reflejes verdosos; aglutinando todo en un brillo y limpidez que iluminan nuestro iris; y que provienen de una fruta tan noble y delicada.

 

Pasa muchas veces que nos emocionamos al sonido del descorche de una botella, pero más aún cuando sus aromas invaden y avivan nuestras percepciones; recuerdos como las de flor de violeta, moras y eucalipto indican que estamos cerca de un Tannat, aromas de cerezas, frutillas y grosellas nos avisan de la elegancia del Pinot Noir, el inconfundible toque de especies como la pimienta blanca y la canela apuntan a la robustez del infaltable Shyra. Todo en sinfonía de aromas a vainilla, chocolate y coco, que afirman la presencia de un prolongado descanso de barricas de roble.

 

Con toda esta información damos el mensaje a nuestro cerebro de lo que degustaremos, la primera impresión se muestra liberando toda la intensidad y la frescura de la fruta, tornándose cálida por la presencia de los taninos que acompañan el recorrido en la boca, que acarician nuestros recuerdos, mientras las papilas aprecian la untuosidad de sabores, con matices a madera y especies; creando una armonía de sabores que dejarán un recuerdo agradable, listo para una segunda copa.

 

No hay que ser un conocedor de vinos, sólo hay que dejarnos llevar por esos momentos en los que necesitamos evocar a la tranquilidad por medio de los colores, aromas y sabores; estas sensaciones que transformarán una copa de vino en una molotov a nuestros sentidos.

 

 





 
 
 
  • 4 dic 2024
  • 2 Min. de lectura

OPINIÓN 04/12/2024

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Por Ramón Freixa






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La diosa de la justicia, Themis, es representada con los ojos vendados. Themis era la encarnación del orden divino, el derecho y las buenas costumbres. Esta divinidad helénica representa también a la justicia. Ahora bien, si Themis fuera con los dos ojos vendados, el tropezón será morrocotudo.


Y así está, con los dos ojos vendados en materia de turismo, nuestra querida Bolivia. El turismo, o también conocido como el motor de la economía naranja, es imprescindible para que un país salga del ostracismo.


Bolivia es una joya turística mundial, y los gobiernos no se dan ni cuenta y tienen una venda en los ojos y creen que el turismo se limita a las fiestas patronales, a los eventos de “chicha y nabo” y a la gastronomía de “platos bandera”.


Paralelamente, los ciudadanos bolivianos tampoco se dan cuenta: queman las carpas de los hoteles en Uyuni; con su falta de educación vial, su lentitud y poca formación en idiomas, cortesía e higiene, hacen insoportable al visitante su estancia entre nosotros.


Para dar un salto cualitativo del turismo en Bolivia se tienen que “calzar” primero estos dos aspectos: uno gubernamental y otro ciudadano. Estamos a años luz de los países de nuestro entorno: Argentina, Brasil, Paraguay y Perú.


Primero hay que dar dos pasos importantísimos: uno en el aspecto logístico, donde los vuelos chárter y las buenas comunicaciones son prioritarias; y el siguiente “step” es dar un salto en calidad en gastronomía.


Parece que ni el gobierno central, ni los departamentales, y mucho menos los municipales, se dan cuenta de que tienen entre manos. Por eso, cada vez más son los privados quienes asoman sus cabezas en proyectos relacionados con la economía naranja... solo rezar para que los políticos faciliten las cosas y no pongan impedimentos.


Quien se está poniendo las pilas es Tarija. Parece que por fin los bodegueros están limando asperezas y pueden hacer juntos cosas muy grandes e importantes. Como dice aquel proverbio africano: “Si caminas solo, quizá puedas ir más rápido. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”.


En unos días me voy, podría decirse de turismo, de descanso para pasar las Navidades, y qué mejor que hacerlo con la familia en Barcelona, Viena, Jerusalén y Belén... ya les iremos contando. Esperamos llevar los ojos y todos los sentidos bien limpios para llenar el corazón de sentimientos y los sentidos despiertos para la belleza y la gastronomía de estos lugares y sus contornos.

 
 
 
  • 28 nov 2024
  • 5 Min. de lectura

OPINIÓN 28/11/2024


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Por Ramón Freixa





La verdad es que he sido testigo de que no solo la comida alimenta el cuerpo, sino también el alma. Entre viñedos, recuerdos, añoranzas y amor, mucho amor, se encuentra un rincón muy especial del valle de Santa Ana, una de las joyas de Tarija, un orgullo para los chapacos y para los bolivianos: la bodega más legendaria, pionera de la industria vitivinícola en Bolivia, fundada por Don Julio Kohlberg Chavarría.


En este rincón de paz, se levanta una atmósfera especial, mágica e inspiradora: la Hacienda Don Julio de la Bodega Kohlberg, que da cobijo a uno de los espacios gastronómicos más carismáticos de Bolivia, cuyo chef Pablo Cassab y su equipo llevan las riendas de un frenesí gourmet que no tiene nada que envidiar a ningún restaurante posicionado en los mejores rankings mundiales. Este espacio no podría tener otro nombre que “ATMÓSFERA”, donde los platillos que salen de sus hornos, fogones, sartenes y cazuelas alimentan, además del cuerpo, el alma.


Cuando afirmo que se alimenta también el alma, es que Cassab ha conseguido las tres premisas de un chef virtuoso: la sabiduría, la confianza y la humildad. Confianza es la palabra clave. “ATMÓSFERA” by Kohlberg se ha convertido en uno de los espacios gastronómicos más agradables de Bolivia, para una comida plácida, innovadora y gourmet. Contribuyen el espacio entre las mesas, el patio, la terraza, los rincones de pasto, y la vista a las viñas en las que se acogen a los comensales; por ende, todo con un equipo en cocina y servicio amable para ofrecernos un abanico gastronómico sin sobresaltos y moderno, basado en buen producto bien tratado y de proximidad; con una propuesta saludable, razonable y agradable.


Además, tuvimos la suerte de que Cassab, en un triple salto mortal imposible en el filo del periodismo y la gastronomía, puso una genial puesta en escena donde se hace realidad la infografía o boceto con que presenta cada plato: por un lado, un plato real para que se pueda captar con los cinco sentidos, y por otro, la infografía o boceto.


Entre el boceto y la realidad no hay diferencia. Es una transformación mágica a la par que real, donde el arte del “crayón y los colores” se convierte delante de tus narices en realidad gastronómica para que tus sentidos puedan gozar.


Podríamos decir que este joven chef nos presentó el mejor “SND” de la gastronomía. Para los neófitos en periodismo, les comento que la Society for News Design (SND) es la asociación mundial de la infografía periodística y todos los años organiza la gala para premiar las infografías en los galardones mundiales del “SND Awards”, que viene a ser el "Pulitzer" de las infografías del papel periódico y ahora de la prensa digital.


Así pues, haciendo un paralelismo entre la infografía (boceto periodístico) con lo que presenta el chef Pablo Cassab en este juego de bocetos y comida real, a Cassab se le podría dar este galardón de la “SND”.


Los periodistas, para crear una infografía e informar de manera visual la información sintetizada a través de gráficos, imágenes y texto, con el objetivo de que la comprensión de ideas y conceptos sea fácil y podamos así transmitir información importante, seguimos el siguiente proceso:


  • Seleccionar un tema.

  • Recopilar datos.

  • Decidir el diseño y la disposición.

  • Agregar elementos de diseño, como diagramas, gráficos e ilustraciones.


Este mismo proceso es el que Cassab hace realidad en el papel y luego en sus platos. Siguiendo este esquema, quiero en esta columna proceder a la crítica gastronómica del sorprendente menú de cuatro pasos que alimentó nuestro cuerpo y nuestra alma.


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La portada o tema de este “newspaper gastronómico” fue el pan, lo que dirían los franceses “Le pain quotidien”, no un pan cualquiera en un plato chico para mojar salsas, espolear la comida en el plato o morder su costra para esperar con hambre este plato que nunca llega a la mesa. Aquí el pan pasa de ser un elemento polimorfo o decorativo a un tiempo más dentro del menú.


Recopilemos datos: pan de trigo con la curiosidad de que, en la misma masa, el pan es integral y blanco, horneado de tal forma que en su interior cada uno, en su espacio, marca su frontera blanca o marrón para la zona integral; caliente, crujiente por fuera y con una miga sabrosa en su punto de sal. Con cada bocado se levanta un “Gratias tibi Deus, Gratias tibi”. Este prodigio, cuyo diseño y disposición se presenta sobre guijarro de río, se acompaña con dos medias esferas de mantequilla: una de zanahoria y otra de mantequilla con esencia de mosto.


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El siguiente tiempo fue un tartar de tomate, emulsión de pesto oxalis con el toque de la flor de borraja, rodeado de una especie de gazpacho que no era tal, ya que se trataba de una sopa fría de aceite, pimentón ahumado y garbanzos, parecida a un hummus o musabbaha. Y una fina teja tostada de pan de campo presentada sobre una incrustación de la piedra soporte. O sea, tres elementos que se presentan por separado, pero que se juntan los dos primeros en el pocito del tartar y se comen rebanando esta mezcla con la tostada.


En boca, esta propuesta de Cassab nos ofrece una explosión de sabores, cada cual más idóneo, que conjugan una sinfonía de dejillos o tonadas alegres, suaves y melodiosas, a la par que muy marcadas en las papilas gustativas. Una conjugación perfecta de aromas, sabores y texturas suaves y embriagadoras que se potenció con el vino que le acompañaba: el RAÍZ TANNAT de Kohlberg.


El vino, con sus sutiles notas de madera tostada y especias en nariz, presentaba una sólida estructura y una marcada gabela tánica, además de sutiles notas minerales. En el retrogusto, se apreciaban toques de regaliz, cacao y chocolate amargo, terminando con un prolongado caudalí.


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Proximidad y lejanía se daban la mano en el tercer tiempo, con el paiche con salsa de azafrán y un toque de tomate, acompañado por un puerro cilíndrico multicolor confitado con emulsión de espinacas, paiche y calamar. El objeto del deseo, el paiche, parecía pescado en el mismísimo Guadalquivir, cosa imposible, ya que este pescado se da en el Beni, principalmente en los ríos Abuná, Madera, Orthon, Madre de Dios, Beni, Yata, Mamoré e Iténez. Por tanto, no logro descubrir la genialidad culinaria del equipo de “ATMÓSFERA” al presentar en Tarija un pescado con estas características, que parecía recién sacado de las mismísimas aguas del Madre de Dios. Con este comentario creo que lo digo todo; y si además este paiche venía de la mano de un vino estrella, el STELAR cosecha especial elaborado con la variedad Ugni Blanc, apaga y vámonos, para aplaudir con las orejas.


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Como cuarto paso y remate final, Cassab nos invitó, como dice el dicho francés, “Venez profiter d'un moment de gourmandise dans une atmosphère conviviale.”, que podríamos traducir como: “Ven y disfruta de un momento de gula en una ATMÓSFERA agradable”. La verdad es que caímos en la tentación y cometimos este pecado al degustar unas setas de diseño “achampiñonadas” de chocolate blanco plantadas sobre un sablée de almendras, con su interior de biscuit de cacao, mousse de setas, acompañadas por helado de chocolate elegantemente cubierto con flores comestibles y maridado con el SYRAH SINGLE VINEYARD.


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Aquí sí, además de la amalgama de sabores, este postre correspondió con un ir y venir de distintas texturas: terrosas, crujientes, melosas y casi líquidas. La verdad es que crear un dulce así, para cerrar esta ópera gastronómica, solo está en la mente y en el “savoir-faire” de un chef icónico y premium que, además de alimentar el cuerpo, alimenta el alma.

 
 
 

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