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  • 15 may
  • 2 Min. de lectura

GastroTOUR 15/05/2025


Se han puesto de moda los slice bar, que son una "barra de corte", es decir, un lugar que se especializa en la venta de pizza por porciones individuales (o "rebanada"). Estos lugares suelen ser más informales y rápidos, ofreciendo una opción económica para comer pizza.


En Italia, a esto le llamaban pizza al taglio. La pizza al taglio, que significa "pizza al corte" en italiano, es una pizza horneada en grandes bandejas rectangulares y luego cortada en porciones, generalmente vendidas por peso. Es una pizza común en Italia, especialmente en Roma, y se caracteriza por su corteza gruesa y esponjosa.


En los slice bar, la pizza es más fina pero al corte también y por porciones. La característica principal de un slice bar es que vende pizza por porciones individuales, lo que permite a los clientes comprar solo la cantidad que desean.


Ideal para la comida rápida: Son una opción rápida y conveniente para comer pizza, especialmente en áreas urbanas con muchos comensales.


Variedad de sabores:Muchas slice bar ofrecen una variedad de ingredientes y sabores de pizza para satisfacer diferentes gustos.


Con precio asequible: Generalmente, los slice bar ofrecen precios más accesibles que los restaurantes de pizza con servicio a la mesa.



Ambiente informal: La atmósfera de un slice bar suele ser más relajada y casual, ideal para una comida rápida o un bocadillo.


Ya encuentras estos establecimientos en todas las grandes ciudades, desde Nueva York hasta Madrid. En la capital de España, el nuevo slice bar en el que puedes comer pizza premium por menos de 15 USD; este restaurante apuesta por pizzas de calidad con recetas atrevidas, con combinaciones de guanciale, trufa o salsa de tequila.


Por ejemplo, en Not From Italy:


Menú restaurante Not From Italy


Con una masa que fermenta durante 48 horas para favorecer la digestión, el establecimiento ofrece 5 opciones de pizzas con ingredientes poco comunes y salsas propias, entre las que puedes escoger la que más te guste:


  • Margarita (3,90 euros por slice): Con una base de tomate San Marzano, mozzarella Fior di Latte y albahaca fresca.

  • Pepperoni (4,90 euros por slice): Elaborada con tomate San Marzano, mozzarella Fior di Latte y pepperoni picante.

  • Chida (4,90 euros por slice): Preparación a base de tomate San Marzano, salsa de tequila y pesto de almendra tostada.

  • Trufada (4,90 euros por slice): Preparada con mozzarella Fior di Latte, crema de trufa y setas de temporada.

  • 14 may
  • 5 Min. de lectura

GastroTOUR 14/05/2025


Cómo debe estar de lleno el plato de cada miembro de la familia. Un niño de seis años debería comer una cantidad algo diferente que otro de nueve, aunque los nutrientes sean los mismos


Algunos estudios señalan que solo el 44% de las familias adapta las raciones de comida a la edad de sus hijos. De hecho, hasta el 24% reconoce que les da la misma cantidad que a un adulto. Esta tendencia “igualitaria” también se manifiesta a la hora de servir la misma cantidad de comida a mujeres y hombres.


Dado que las mujeres tienen más grasa corporal y menos masa muscular que los hombres, su plato debería de ser, aproximadamente, “un tercio más pequeño que el de ellos”, según ha manifestado en alguna ocasión Susana Monereo, jefa del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid y, en su momento, secretaria general de la SEEDO, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad. Asimismo, las mujeres deberían beber más agua, puesto que nacen con menos cantidad que los varones.


Sin embargo, decidir cómo de lleno debe estar el plato de cada miembro de la familia es muchísimo más complicado, en tanto cada persona es un mundo aparte, por lo que no tiene sentido aplicar fórmulas encorsetadas, “especialmente teniendo en cuenta que el objetivo no es perder peso”, apunta la dietista-nutricionista Griselda Herrero.


“El problema es que no estamos educados para interpretar nuestras señales de hambre y saciedad. Además, las madres y padres tenemos miedo de que nuestros hijos no coman lo suficiente y se queden con hambre y no crezcan, cosa completamente lógica, por lo que pensamos que poniéndoles cantidades mayores vamos a conseguir que eso no ocurra”, reconoce la directora del centro Norte Salud Psiconutrición.


Ahora bien, “solamente nuestros hijos saben cuánta cantidad necesitan comer”, reconoce esta experta en trastornos de la conducta alimentaria que es autora, junto con Cristina Andrades, de Psiconutrición (Almuzara), un libro que lleva ya siete ediciones (once, de contarse las de bolsillo).


Otras investigaciones han detectado que a algunas familias les preocupa el desperdicio de comida, lo que lleva en ocasiones a comer más de lo razonable. Está muy bien no tirar la comida, pero tal vez habría que acostumbrarse a cocinar cantidades más apropiadas, señalan los expertos.


Entonces, ¿cómo ha de estar de lleno el plato de mamá, papá, los niños y los abuelos? “Lo que les digo a mis pacientes es que cada uno se sirva su plato, y esto vale también para los niños, siempre que no sean demasiado pequeños”, responde Herrero.


En general, las raciones de comida han de adaptarse a la edad y al estilo de vida de cada miembro de la familia, por lo que un niño de seis años debe comer una cantidad algo diferente que otro de nueve, aunque los nutrientes sean los mismos.


También los requerimientos de energía son distintos en hombres y mujeres. Pero la referencia no debe ser engordar o no, sino satisfacer las necesidades de cada etapa vital. “Aunque nosotras necesitamos de forma genérica comer menos cantidad, no enfatizaría tanto la posibilidad de engordar, como la necesidad de tener una mínima educación nutricional que nos permita saber por qué me como dos filetes y no cuatro, porque a veces comemos por inercia y no porque tengamos hambre”, argumenta esta experta.


Las raciones de comida han de adaptarse a la edad y al estilo de vida de cada miembro de la familia Respecto a los hijos, hay algunas pistas sobre el tamaño de las raciones. En el caso de las carnes y pescados, por ejemplo, puede tomarse de referencia el diferente tamaño de la palma de la mano de un niño, sea de cuatro años o de diez. Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), en el caso de la carne el tamaño de la ración debe equivaler a la palma del comensal (sin contar los dedos), mientras que en el caso de las aves y el pescado sería el tamaño de la mano entera, dedos incluidos.


Entonces, ¿qué hay que hacer cuando una niña o niño rechaza la cantidad de comida que le ponen sus padres? ¿En qué casos hay que respetar su decisión y en cuáles no? “Es una muy buena pregunta, aunque la respuesta no es nada sencilla”, adelanta Herrero. “En mi opinión, hay que respetar la cantidad de comida que alguien dice querer, pero tomando buena nota de lo que está ocurriendo”, indica.


“Es decir, si nuestra hija nos dice, por ejemplo, que hoy no quiere comer casi nada o que no quiere esto o lo otro, pues no pasa nada, pero si esa conducta se repite y afecta a un mayor número de alimentos, los padres tenemos que observar qué puede estar pasando: si está enferma, si le ha pasado algo, si le preocupa alguna cosa, si le cuesta trabajo tragar, si le da miedo algún alimento…”, argumenta Herrero. “Pero, de inicio, no nos agobiemos, porque me vienen muchos padres a la consulta diciendo que su hija no come, cuando sí lo hace, aunque no en la cantidad que a lo mejor querrían ellos”, tranquiliza. “Se trata de observar, pero sin preocuparse más de la cuenta, porque podemos llegar a alarmarlos a ellos, algo que puede ser muy contraproducente”, advierte.


Respecto a los más pequeños, en el caso de las carnes y pescados, por ejemplo, puede tomarse de referencia el diferente tamaño de la palma de la mano de un niño

Algunas investigaciones señalan, por ejemplo, que hay que ofrecer cada alimento entre 10 y 15 veces a un bebé (como mínimo) hasta que acaba aceptándolo. Con los niños, salvando las distancias, ocurre lo mismo.


En resumen: no hay que obsesionarse con engordar pero sí ser consciente de las señales de hambre y de saciedad, así como de los condicionantes personales que concurren en cada fase vital. A partir de ahí, hay que centrarse más en las proporciones que en las raciones, para no comerse un platazo de pasta y dejar en el borde del recipiente las verduras que lleva, por ejemplo. “Al final, se trata de no comer por encima o por debajo de lo que necesitamos, ni tampoco obviar ciertos grupos de alimentos”, concluye Herrero.


ORIENTACIONES PARA MADRES Y PADRES


Algunas comunidades autónomas aconsejan a los progenitores cuál debe ser el tamaño de las raciones, aunque estas recomendaciones deben adaptarse “a las indicaciones pediátricas y las necesidades individuales de cada niño o niña”, puede leerse en Alimentación de 4 a 12 años.


Orientaciones para padres y madres, un documento elaborado por la Escuela de Salud de La Rioja. Otro manual parecido es Pequeños cambios para comer mejor, un documento confeccionado por la Agència de Salut Pública de Catalunya.


Por su parte, el Healthy Eating Plate (el plato para comer saludable adaptado a niños) de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard aconseja no tanto acerca del tamaño de la ración, expresada en gramos, sino sobre lo que visualmente debe contener el recipiente.


La mitad del plato del niño, por ejemplo, debe estar ocupada por vegetales, una cuarta parte por proteínas procedentes de legumbres, aves o pescados, mientras el 25% restante deberían ser cereales integrales. Asimismo, los niños han de beber agua (y limitar el consumo de zumo a un vaso pequeño al día, ya que puede contener la misma cantidad de azúcar que un refresco), usar buenos aceites y mantenerse activos. Así de fácil y de difícil.

  • 23 abr
  • 2 Min. de lectura

GastroTOUR 23-04-25



Este es el viaje cultural del tenedor que pasó de ser un símbolo de lujo a un artículo esencial. Desde su controvertido debut en las cortes bizantinas hasta convertirse en un accesorio esencial de la cocina moderna, este utensilio recorrió un camino que refleja cambios profundos en la cultura. 


La historia del tenedor como generador de polémica comenzó en el siglo XI. La princesa bizantina María Argyropoula causó un escándalo al usar un tenedor dorado en un banquete de bodas. Este acto provocó la desaprobación del clero veneciano, que vio en el utensilio una ofensa al orden divino.


La introducción del tenedor significó un cambio profundo en las costumbres alimentarias y de mesa, aunque no fue aceptado por todos.



Durante mucho tiempo, las culturas monoteístas condenaron el uso del tenedor al considerarlo innecesario y una amenaza al diseño divino de comer con las manos, propio de árabes, judíos, musulmanes y cristianos.


Algunos clérigos, además, tal como señala el medio, el utensilio evocaba el tridente del diablo, lo que avivó el rechazo asociando el tenedor con la vanidad y el exceso.


En la aristocracia europea, el tenedor se convirtió en símbolo de distinción y refinamiento.



Los mercaderes acaudalados y la élite utilizaron el tenedor como forma de reafirmar su posición social, diferenciándose de quienes continuaban usando las manos para alimentarse.


Esta adopción temprana generó resentimiento en el clero y la población general, quienes percibían el tenedor como una señal de arrogancia.


La expansión del tenedor en Europa se potenció gracias a figuras como Catalina de Médicis., Catalina no solo llevó la cocina italiana a Francia, sino también refinadas costumbres de etiqueta que incluían el uso del tenedor.


Su influencia legitimó y popularizó su uso entre la aristocracia francesa, transformándolo en un símbolo de elegancia y distinción.


A pesar del apoyo noble, el uso del tenedor enfrentó resistencia, especialmente en Inglaterra y los Estados Unidos, donde se lo consideraba un adorno innecesario y poco masculino. El tenedor se transformó en una barrera, un instrumento de exclusión que separaba a los privilegiados del resto.



Con el tiempo, el comercio extenso y la globalización durante los siglos XVII y XVIII facilitaron la adopción del tenedor en diversos círculos sociales. Para el siglo XIX, en gran parte de Europa y América, ya se consideraba al tenedor un elemento estándar en la mesa.



No obstante, a medida que su uso se expandía y la producción masiva lo hacía accesible, su imagen aristocrática comenzó a desaparecer.


Curiosamente, el protagonismo del tenedor observó un cambio inverso en tiempos recientes. Las tendencias culinarias modernas celebran nuevamente la interacción directa con la comida, llevando a redescubrir las conexiones íntimas que proporciona el comer con las manos.


Este regreso a prácticas alimentarias táctiles sugiere que, más allá de ser un simple utensilio, el tenedor influyó en la percepción y la experiencia del acto alimentario a través de los siglos.


El relato del tenedor ofrece una perspectiva única sobre las transformaciones culturales que definieron las prácticas alimentarias contemporáneas, mostrando cómo un simple objeto jugó un papel importante en las complejas dinámicas del poder, la inclusión social y las costumbres compartidas.

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