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GastroVIP 23/01/2025


Desde 1975, este concurso de trepadores es uno de los actos más emblemáticos de las fiestas de Sant Sebastià de Matadepera (Barcelona). "Pies descalzos, calcetines largos, barretinas, resina en las manos… todo vale para llegar el primero arriba", destaca la organización.


La noche anterior, se baja el pino de la montaña, con más mosto que fuerza. Ya al día siguiente, la feria campesina luce con todo su esplendor en un ambiente costumbrista y productos de kilómetro cero, desde las cervezas artesanas de Josep hasta un Angus de 400 kilos asado al estilo de la pampa, calçots, quesos de cabra, vinos, mieles, fuets, butifarra de huevos, capipota, torreznos, olivas (aceitunas) variadas, aceite, embutidos como la sobrasada y la llonganissa, cocas dulces y sardinas frescas en un pueblo que no tiene mar.


Durante la Edad Media, se extendió por toda Europa una gran devoción por San Sebastián como abogado contra la peste y los males contagiosos. Prueba de ello es que, en Catalunya, hay más de 60 iglesias dedicadas a San Sebastián. Matadepera declaró al santo copatrón del pueblo el 3 de abril de 1661.


En BOL gm, estuvimos allí, en este espectacular y bello paraje, en un día memorable donde el costumbrismo y la gastronomía se dan la mano.






 
 
 
  • 22 ene
  • 3 Min. de lectura

Gastro TOUR 22/01/2025


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Mi mamá desde pequeño me llamaba “Ramonet”, y tenía una cuenta pendiente de ir a probar el restaurante que lleva mi nombre; por eso, ni cortos ni perezosos, recién llegados de Israel, quedé con mi hermana, la otra viajera que al día siguiente partiría a los Alpes suizos, para comer en el barrio marinero de la Barceloneta, donde está casualmente “Can Ramonet”. Pues resulta que a ella le había tocado la pedrea de la lotería de Navidad, y la administración de este premio estaba junto a este restaurante de la Ciudad Condal.


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La antigua taberna de la Barceloneta junto al mercado es donde antaño los obreros y marineros descansaban con un vermut en la mano y la cuchara de madera en la otra para hincarle a la paella y así reponer fuerzas. Ahora, aquella “Bodega” o Taberna se ha convertido en un lugar de destino obligatorio en Barcelona para disfrutar de la geuina cocina mediterránea.

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La historia de Can Ramonet es un viaje a través del tiempo, envuelta en misterio y tradición. Este restaurante, ubicado en la primera casa de la Barceloneta desde 1753, comenzó como un almacén de vinos y una taberna de pescadores y trabajadores de los astilleros.


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Desde sus inicios, la familia fundadora entendió la importancia de adaptarse y mantenerse en movimiento. Ramón Ballarín, uno de los primeros propietarios, fue un pionero en el uso del marketing local, utilizando pizarras hechas a mano para anunciar los productos frescos del día, lo que atrajo a los vecinos y convirtió a Can Ramonet en un lugar de encuentro. A lo largo de los años, los descendientes de la familia han expandido su legado con la apertura de nuevos restaurantes.


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Arraigado en el corazón de la Barceloneta, ofrece a sus comensales una auténtica, genuina y verdadera cocina marinera a todo el que se acerca a comer. Comer en Can Ramonet es comer despacio, saboreando. Es todo tan bueno que no quieres que se termine, y se está tan bien que uno hace que su ágape sea lo más duradero posible.

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Si además le sumamos la atención, delicadeza y genio de sus meseros, como Josep, el trompeta que sirve los platos a notas de este instrumento musical entonado solo con los labios, garganta y lengua, sin el instrumento de latón, este establecimiento se convierte en un ensueño de sabor, atención y tipismo.






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Doy fe de todo ello y, al escribir esta crónica, vuelven a mi materia gris los espectaculares sabores que embelesaron a mis papilas gustativas. Lo primero, una picadita sencilla de temporada para que el principal tuviera su lugar físico en la mesa y en el interior.


Un vermut de la tierra, buenísimo, acompañó a las mejores croquetas que he comido en mi vida. Soy fan de las croquetas y, donde voy, hago profesión de fe de ellas. Junto a esta maravilla de croquetas de tinta de sepia y de jamón pata negra, mucho mejores que las del “Manolo” en Madrid, detrás del Congreso de los Diputados, dimos paso a las verduras de la temporada, unas alcachofas salteadas con jamón, de lo más delicioso que he probado y, para más inri, tan saludables.


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Cerramos la picada con otra verdura, esta frita, sobre la mesa, un espectáculo verde: los afamados pimientos de Padrón, que son una variedad de pimentón chico de la provincia de La Coruña. Son pequeños, verdes y muy sabrosos. Los pimientos de Padrón, como dice el refrán, “Unos pican y otros no”. Esto se debe a una sustancia que se acumula durante su proceso de maduración: la capsaicina.


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De plato principal, como solemos hacer cuando manda el mercado o la mar, pedimos siempre la opinión de la cocina para saber qué productos eran en este día los más frescos y que ofrecían más calidad. Josep salió con una bandeja con varias opciones marineras: desde lubinas, pulpos y merluza.


La lubina fue lo que más bendiciones recibió, así pues, pocos argumentos más podíamos aportar y, dicho y hecho, el detén de la familia de los espáridos fue a la sartén y apareció en mesa con una pinta estupenda, que se comportó como mandan los cánones epicúreos.


En Can Ramonet, los sabores del Mediterráneo se mezclan con la historia, sirviendo platos caseros con los mejores ingredientes locales de cercanía. Ideal para quien busca autenticidad y calidad en un ambiente cálido y acogedor. Desde paellas hasta marisco fresco, cada bocado es un homenaje a la cocina tradicional catalana de proximidad o, como llaman ahora, de kilómetro cero. Tradicionales mediterráneos, perfectos para disfrutar de la auténtica cocina de la Barceloneta. Este establecimiento gastronómico no es recomendable, es obligatorio para que, en su paso por Barcelona, palpe lo auténtico en un restaurante lleno de historia.

 
 
 

SoloVINO 21/01/2025


Los expertos vinícolas no dudan en viajar a algunas de las regiones de España y de Europa repletas de viñedos para degustar algunas de las maravillas líquidas que se producen en ellas. Desde preciosos enclaves en países como Italia o Francia hasta desconocidos lugares en el centro del Viejo Continente, los amantes del vino suelen hacer escapadas para vivir una experiencia inolvidable.


Además, algunos de esos puntos son tan increíbles que están declarados Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, bien sea por la impresionante belleza de los paisajes o por la importancia de esas regiones en la producción vinícola mundial. Por ello, si adoras degustar un buen vino, no dudes en tener en cuenta estos viñedos tan increíbles.


LOS CUATRO VIÑEDOS EN FRANCIA:


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Una de las cunas del vino es Francia, y por ello es uno de los países que cuenta con más enclaves vinícolas en la prestigiosa lista. La primera que se incluyó fue la jurisdicción de Saint-Émilion (1999), en la región de Nueva Aquitania. Fueron los romanos quienes introdujeron la viticultura en este enclave, como se afirma en la web de la UNESCO, y su ubicación en el Camino de Santiago francés hizo prosperar a este paraje repleto de viñedos, monasterios e iglesias.


Al año siguiente entró a formar parte del Patrimonio de la Humanidad el Valle del Loira, conocido sobre todo por sus impresionantes castillos, aunque alrededor de las espectaculares construcciones renacentistas se pueden encontrar incontables kilómetros de campos cultivados con viñedos que la convierten en una de las regiones capitales de la cultura vinícola en Francia.


En el año 2015, la UNESCO reconoció con la condecoración a otras dos regiones francesas. La primera de ellas, Borgoña, es uno de los lugares de peregrinación para los expertos vinícolas, y es que en sus climats (o pagos), esas parcelas delimitadas al sur de Dijon, se cultiva y se produce uno de los vinos más reconocidos del planeta, lo que las hizo merecedoras de ser Patrimonio de la Humanidad.


La segunda de las zonas de Francia en conseguir entrar en la lista fue otra de las grandes productoras de vino del país, aunque sobre todo de champán: Champaña (o Champagne). Los "viñedos, casas y bodegas" de este enclave galo comprenden los viñedos de Hautvilliers, Aÿ y Mareuil-sur-Aÿ, la colina de Santa Nicasia (en Reims) y la avenida de Champaña y el instituto de enología “Fort Chabrol”, representativos de la producción tan especial que se ha realizado en este lugar desde el siglo XVII.


LAS DOS REGIONES VINÍCOLAS EN ITALIA:


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En el año 2014, la UNESCO incluyó en su lista un lugar de Italia que es conocido por su exquisito vino. Se trata del "Paisaje vitícola del Piamonte: Langhe-Roero y Monferrato", y es que al sur de esta región, entre los Alpes y el Mediterráneo, hay cinco zonas en las que se produce uno de los productos vinícolas más conocidos del mundo.


Además, su patrimonio arquitectónico también es una maravilla.Ese mismo año, la UNESCO incluyó en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial la peculiar e histórica "práctica tradicional del cultivo de la viña en vaso (“vite ad alberello”) de la comunidad de Pantelleria", y es que el Alberello es uno de los vinos más reconocidos de toda Europa. Su especial elaboración la hizo merecedora de este título.


PORTUGAL Y SU MAGNÍFICO VINO:


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Si hay un vino de Portugal que destaca por encima de todos es el del Valle del Duero, y es que la región vinícola del Alto Duero fue reconocida por la UNESCO en el año 2001. Su producción se remonta más de dos milenios atrás, entre la que destaca especialmente el vino de Oporto, y los viñedos de la región crean una estampa simplemente impresionante.


Pero hay otro enclave luso que está dentro de la lista y que no es muy conocido, sobre todo porque no está en la Península Ibérica: se trata del "Paisaje vitícola de la Isla del Pico", en el archipiélago de las Azores. Sus casi mil hectáreas ubicadas en el islote volcánico. Los currais, o muros de piedra levantados en el siglo XV, dominan todo el paraje, separando las parcelas donde están los viñedos.


LOS VIÑEDOS DEL CENTRO DE EUROPA (Y DE LOS BALCANES):


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En el centro de Europa también hay varios puntos cuyos vinos son reconocidos en todo el continente y que les han valido el título de Patrimonio de la Humanidad. En el año 2000 entró en la lista el "Paisaje cultural de Wachau", una zona de Austria situada en pleno Valle del Danubio. Ubicada entre Melk y Krems, sus ríos y sus montañas están salpicados por largos campos de viñedos.


Dos años después hizo lo propio el "Paisaje cultural histórico de la región vitivinícola de Tokay", situado en el noreste de Hungría y en cuyas colinas hay numerosas localidades repletas de viñedos y casas de labranza que cuentan con "una red ancestral de bodegas", según la propia UNESCO. Comprende 28 pueblos y más de 7.000 hectáreas.


En Alemania, el Valle del curso medio del Alto Rin destaca por sus preciosas localidades y sus impresionantes enclaves naturales, aunque también se pueden encontrar en él enormes extensiones de viñedos a orillas del río, lo que contribuyó a que este enclave fuese declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 2002.Cinco años después, en el 2007, se incluyeron en la lista los bucólicos "Viñedos en terraza de Lavaux", ubicados a orillas del Lago Lemán en Suiza. Se extienden a lo largo de 30 kilómetros entre el castillo de Chillon y Lausana, y su imponente inclinación los hace incluso más especiales. Se llevan cultivando en esta región desde hace un milenio y rodean a pequeñas poblaciones que parecen sacadas de un cuento.


En el 2008, la UNESCO añadió a la lista la llanura de Stari Grad, una pequeña villa de Croacia situada en la isla de Hvar. Además de su larga historia, protagonizada por los griegos, alrededor de la localidad hay cultivados innumerables cepas de vid que hacen de este enclave bañado por el Adriático una de las joyas ocultas de la exrepública yugoslava.


LOS ENCLAVES VINÍCOLAS QUE HAY FUERA DE EUROPA:


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En el 2014, entró a formar parte del Patrimonio de la Humanidad "Palestina: tierra de olivares y viñas: Paisaje cultural del sur de Jerusalén, Battir", una serie de valles comprendidos entre Nablus hasta Hebrón cuyos olivos y viñedos crecen en terrazas escalonadas que crean una estampa impresionante a solo unos kilómetros al suroeste de la ciudad israelí.

 
 
 

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