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OPINIÓN 15/01/2025


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Por Brian Lee




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El año pasado esperé con ansias mi reserva en el Rekondo de San Sebastián, España, otra parada previsible, aunque excelente, en el trillado circuito turístico gastronómico. Ya en mi mesa, me perdí en una carta de vinos gruesa como una guía telefónica, cada página cargada de Riojas olvidados, hasta que llegaron las prístinas kokotxas de merluza.

 

Estaba de vacaciones familiares durante dos semanas por la península Ibérica. Pero lo que no esperaba era que mi comida más memorable del viaje sería en Chila, un restaurante hunanés de Madrid, donde podía pedir los platos especiales del chef a través de WeChat. Mientras saboreaba el lomo de cerdo ibérico de primera calidad con pimientos de Padrón picantes y judías negras fermentadas, observando a las familias chinas charlar en las mesas cercanas, me di cuenta de que algo fundamental había cambiado en la forma en que experimentamos la comida a través de los viajes.

 

Ahora podemos observar cómo se desarrollan las culturas gastronómicas en tiempo real, moldeadas por la migración y la conectividad a Internet. El viejo modelo de perseguir el caché cultural viajando a destinos específicos en busca de la “auténtica” cocina local se está desvaneciendo rápidamente, desgastado por los documentales gastronómicos disponibles en la transmisión en directo, las recomendaciones de Instagram basadas en algoritmos que sacan a la luz cualquier joya oculta y la democratización de los viajes mediante vuelos económicos y Airbnbs. Con alimentos globales más accesibles que nunca, la verdadera vanguardia de la exploración culinaria no está en los viajes de destino, sino en la próxima oleada de gastronomías de la “tercera cultura” en las intersecciones de la tradición, la inmigración y la diáspora.

 

El turismo gastronómico tal como lo hemos conocido se ha convertido en víctima de su propio éxito. Ya no necesitas visitar París para comprar macarons de Ladurée cuando puedes encontrarlos en tiendas de las principales ciudades de Estados Unidos. Incluso la experiencia del mercado Tsukiji de Tokio se ha globalizado: los chefs de Masa, en Nueva York, y Sushi Zo, en Los Ángeles, me han contado que el mismo pescado que se subasta en el famoso bazar llega a diario a sus restaurantes.

 

 Los oscuros tesoros de los callejones están ahora señalados en TikTok. Los clientes estudian los menús antes de ir a los restaurantes, conocen la historia del chef, llegan a lugares “secretos” que ya fueron clasificados mediante geoetiquetado.

 

Pero aquí es donde se pone interesante: lo que estamos presenciando no es solo el declive del turismo gastronómico tradicional, sino el nacimiento de algo mucho más fascinante.

 

Por ejemplo, Chila, en Madrid. El escaparate podría haber salido directamente del corazón de Hunan, un lugar amante de las especias. Sirve tanto de salvavidas cultural para los expatriados chinos en España como de introducción a la cocina regional china para los madrileños curiosos.

 

O considera un alimento básico de la cocina alemana. Ya no tienes que viajar a Alemania para disfrutar de la Oktoberfest y la bratwurst; puedes hacerlo en Cincinnati, en el gigantesco festival Zinzinnati, o en el Wurstfest de New Braunfels, Texas. Pero lo que sí encontrarás en Alemania es cómo el paisaje culinario ha sido transformado por los casi tres millones de turcos que han ido desarrollando allí su propia identidad alimentaria desde la década de 1960.

 

En Lima, los platos chifa (chino-peruano) y nikkei (japonés-peruano) están redefiniendo la cocina peruana para reflejar una historia de 150 años de inmigración asiática. Mientras los turistas acuden en masa a los últimos lugares de moda del Nuevo Nórdico en Copenhague, está surgiendo una gastronomía de la diáspora africana en Estocolmo, donde restaurantes como Jebena sirven injera.

 

En Toronto, las innovaciones inspiradas en las Indias están produciendo perfiles de sabor completamente nuevos. En Londres, la “suya” nigeriana —la picante carne callejera en brocheta, conocida por su distintiva mezcla de cacahuetes molidos y especias — se está reinventando de formas que podrían influir en la próxima generación de la cocina británica.

 

Nueva York ofrece una clara ventana a este fenómeno. La ciudad cuenta ahora con una red de mercados internacionales de alimentos que ofrecen acceso inmediato a ingredientes de primera clase y platos auténticos, como el mejor jamón ibérico en Mercado, pasta fresca en Eataly, una selección de gochugaru en los mercados de H-Mart y la inmensa tienda india de Patel Brothers en Jackson Heights.

 

Lo que antes se celebraba como un mosaico de enclaves étnicos diferenciados se ha convertido en un laboratorio para el futuro de la cocina global. Sí, todavía se puede hacer cola en Katz’s Deli o tomar un bagel en Russ & Daughters, pero la verdadera emoción culinaria está ocurriendo en lugares como Tatiana y Dept of Culture, donde chefs con raíces en África Occidental están reimaginando su gastronomía a través de una lente de alta cocina. No se trata solo de restaurantes de fusión o adaptaciones de inmigrantes, sino de expresiones culturales totalmente nuevas.

 

Un aspecto apasionante de esta evolución es que es imposible experimentarla a través de las aplicaciones de reparto o las redes sociales. No puedes entender realmente cómo las comunidades de inmigrantes están remodelando la identidad francesa sin pasear por el distrito 13 de París, donde se encuentra el barrio chino de la ciudad y una gran comunidad asiática. No puedes comprender la innovación culinaria de Singapur pidiendo en un restaurante virtual. El plato italiano más innovador podría proceder de un chef de Tokio que nunca ha pisado Italia, pero que comprende la esencia de la cocina a través de una lente global. Un restaurante emergente de Toronto podría estar definiendo el futuro de la comida callejera mexicana al incorporar técnicas e ingredientes que serían impensables en Oaxaca.

 

La próxima gran cocina del mundo no está escondida en algún rincón por descubrir del planeta. Se está creando ahora mismo, en los espacios donde se mezclan culturas, tradiciones y tecnologías. Ahí es donde comienza la verdadera aventura culinaria.

 

Fuente :  The New York Times.

 

 

 




 
 
 

OPINIÓN 09/01/2025


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Por María Nicolau Chef mediática





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Que el año nuevo haya arrancado en plena noche oscura del alma del mundo, con las bestias hibernando al resguardo de sus cuevas y la tierra en un estado de muerte aparente bajo la escarcha, no tiene ningún sentido. El inicio del año natural es la primavera, con su despertar de nuevo a la vida, su rebrotar, su florecer, y el arranque de los ciclos agrícolas. Pero los humanos somos así, caprichosos y contradictorios, y celebramos cuando el calendario dice que estamos en el día uno del mes uno, aunque nos agarre a contrapelo. Aunque siente como despertar de sopetón en un cuarto a oscuras después de una siesta mal echada con el cuerpo vuelto del revés como un calcetín, un pegote de baba seca en la mejilla y una mala hostia formidable. Somos criaturas curiosas.

 

Y toca hacer balance. En mi caso, eso significa ponerse cara a cara con lo escrito este año y prestar atención a los silencios; a lo no dicho. Wittgenstein, uno de los filósofos más importantes de la historia, afirmaba que “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Esto es, cómo hablamos del mundo acaba dibujando el mundo del que hablamos. El lenguaje crea la realidad y, más allá de hablar de lo que vemos, cómo hablamos determina lo que vemos y cómo lo vemos. Lo que no decimos no existe.

 

Este año el tema del precio de los alquileres nos ha estallado en las narices, pero no hemos hablado de cómo es hacer la comida o la cena en una cocina de cinco metros cuadrados en un piso compartido con otras tres personas, ni de lo que es sentir un escalofrío en el espinazo al pensar en la factura de la luz al hacer el gesto de encender el horno.

 

Hemos pregonado el consumo de proximidad, pero no hemos solucionado el asunto de comprar productos del campo cercano cuando no se pueden guardar en condiciones; cuando te corresponden una balda en la alacena, un estante en la nevera y la mitad de uno de los cajones del congelador.

 

Pienso en el medio cordero comprado directamente al pastor, en el queso artesano que viene en piezas de 700 gramos, en la cesta rebosante de productos de la huerta de la cooperativa con esa col inmensa, o en el pan de hogaza de kilo que se guarda cortado y congelado para poder ir sacando rebanada a rebanada y no tener que estar comprando baguettes industriales a diario ni pan de molde de blandura perenne en el supermercado.

 

Articulistas y columnistas compartimos trucos y astucias de todo tipo para sacar partido hasta de la última monda de patata. Cantamos las bondades de la cocina de aprovechamiento para que las familias tomen consciencia y actúen contra el despilfarro alimentario. Mientras tanto, la destrucción de plátanos en Canarias llega este año a los 13 millones de kilos, las naranjas se quedan en el árbol porque el coste de recolectarlas es mayor que el precio de venta y la fruta que nos llevamos a la boca viaja 2.500 kilómetros de media antes de aterrizar en la tienda. Pienso en esto y también en las tabletas de turrón para perros, con sabor a yogur griego y arándanos, que vi encima del mostrador en la última visita con mi perra al veterinario. Somos criaturas curiosas, decía. Profundamente contradictorias. Y nos organizamos fatal.

 

La gestión del gobierno ha hecho subir las frutas y verduras a diario, prohibirá las bebidas azucaradas en los comedores escolares y fomentará los alimentos de proximidad. Ese verbo “fomentar” se queda corto. El gobierno no debe fomentar: el gobierno debe instaurar la obligatoriedad del uso de productos de proximidad en todos los colegios, institutos, hospitales, residencias y centros que reciban dinero público, sean del tipo que sean: por la salud de los comensales, por la del sector primario del país, y por coherencia. Podemos celebrar el nacimiento del año con nocturnidad, abrigo grueso y desencajados de los ritmos naturales de la tierra en la que vivimos, pero con los temas serios hay que ponerse serio.

 

El fondo del que bebo, en cualquier caso, siempre es el mismo: vivo en la certeza de que siempre será más bueno, más bonito y más barato saber cocinar que no saber. Que, en ese piso compartido, hacer una sola olla o cazuela comunitaria será más sabroso, significativo, eficiente, ecológico y económico que comprar precocinados cada uno por su cuenta. Pero ningún tema relevante puede ser abordado desde un punto de vista único, simplista ni estático. Y cuantos más participen en el debate, mejor. Hacen falta más voces y más valientes que se atrevan a ir más lejos de lo habitual, a ensanchar los márgenes de la conversación, a compartir mucho más que recetas y trucos, a hablar de lo que no se habla.

 

En palabras de T. S. Eliot en Little Gidding, el cuarto y último poema de sus Cuatro Cuartetos “for last year’s words belong to last year’s language, and next year’s words await another voice”, las palabras del año pasado son del año pasado, y las palabras del año que viene esperan otra voz.

 
 
 
  • 6 ene
  • 3 Min. de lectura

OPINIÓN 06/01/25


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por Raquel Morales Head Sommelier






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Hoy es la fiesta de Reyes y quizá a más de uno se le olvidó hacer el tradicional regalo para esta fecha tan señalada que marca el fin de la Navidad. Todavía está a tiempo y puede hacer un gran regalo: vino.


En este artículo, queremos ayudarles con algunos consejos para elegir el vino correcto como regalo en las fiestas, cumpleaños o en cualquier ocasión.


Para empezar, y principalmente, te sugiero que te guíes por los gustos personales de la persona a quien le darás el vino. Si bien un vino de lujo o alta gama será una excelente opción, consulta con discreción qué tipo de vino prefieren o recuerda sus preferencias a la hora de escoger un vino en los momentos que hayas pasado con estas personas.


VINOS DE ALTA GAMA QUE TE RECOMIENDO:


Syrah Arpay de Tour des Étoiles, edición limitada

Un maravilloso Syrah de alta gama, finamente elaborado con un resultado excepcional, donde la filosofía del terroir figura como lema principal y con un proceso de elaboración único, ya que utilizan huevos de cerámica para el proceso de elaboración y crianza.


Don Milton

Un corte que representa lo mejor de la bodega, un vino de autor creado por el mismísimo fundador de la bodega. Un corte de lo mejor del Tannat, Cabernet Franc y Bonarda de bodegas Aranjuez.


Criado 18 meses en barricas de roble francés de primer uso y con una estiba y guarda en botella de 18 meses antes de salir a la venta.Viene en una hermosa presentación, y en la caja encontrarás más de la historia detrás de este gran vino.


Otras opciones que van para todos los gustos y, sin duda, sorprenderán:


Regala el nuevo pack de "Gato Encerrado" edición limitada


De bodegas Cruce del Zorro, viene en una preciosa caja e incluye 3 botellas de vino tinto Assemblage:


  • 1 Unoaked (sin crianza en barrica)

  • 1 American Oak (crianza en barricas de roble americano)

  • 1 French Oak (barrica de roble francés)


Las variedades utilizadas son un secreto del enólogo, por lo que además la experiencia te ofrecerá realizar una cata a ciegas y experimentar diferentes procesos de elaboración, todo en un solo pack.


Regala algo único y original:Te recomiendo el nuevo Único Dark de bodegas Campos de Solana, un Tannat totalmente diferente ya que este tiene crianza durante 12 meses en barricas de Bourbon traídas directamente desde Kentucky. Estas barricas le aportan al vino notas propias del Bourbon que, junto con las propias del Tannat, crean una experiencia totalmente diferente y recomendable.


Otra excelente opción para quienes se atreven a probar cosas diferentes es Lado B Tannat Nouveau de bodegas Jardín Oculto (El otro lado del Tannat), una expresión diferente del Tannat desde el Valle de Cinti. Es un fresco y joven Tannat de baja graduación alcohólica y, además, una edición limitada que vale muchísimo la pena probar.


Finalmente, un buen espumante es siempre bienvenido.Te recomiendo el nuevo Altosama Nature Millésimé blanc de blancs de bodegas Kuhllmann, elaborado con método tradicional o champenoise, un seco, delicado y excepcional espumante boliviano.


Y por último, te recomiendo el delicioso y fresco Cava español de Marqués de Cáceres Brut. Es un singular cava joven, además apto para veganos. Este espumoso es fruto de un acertado coupage de las variedades de uva xarel·lo, macabeo y parellada, procedentes de viñedos de más de 25 años en la comarca del Penedés.


Espero que estos consejos les hayan sido útiles a la hora de escoger vinos como regalo.

Y recuerden que lo más importante es el cariño con el que se regala, y el mejor maridaje para un vino en estas fiestas es la buena compañía.¡Salud y prosperidad para todos!

 
 
 

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