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  • 23 jun
  • 3 Min. de lectura

OPINIÓN 23/06/2025


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By Ramón Freixa





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En el mundillo de la gastronomía no todo son los chefs, también debemos gastar tinta con lo que denomino protagonistas. Es decir, aquellas personas que no están frente a los fogones y trabajan en otras estancias del tradicional restaurante, como puede ser el empresario y/o administrador de la empresa gastronómica, marketing u organización interna en todos los aspectos, es decir, el alma de la gastronomía que va más allá del glamour gourmet.


Bien es verdad que algunos chefs a veces desempeñan este papel y se convierten en bicéfalos. Si bien ahora traemos a las páginas de SCZ esta nueva serie, no son los “bicéfalos”, sino protagonistas que no tienen los focos puestos y trabajan muy bien y mucho desde el anonimato.


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Comenzamos con Miguel Pascual, chileno de raíces riojanas, que trabaja más que una “mula” y aterrizó en La Paz en 1998 por motivos familiares y comenzó a liarse la manta en la cabeza con todo tipo de negocios hasta que dio con su vocación, dos restaurantes en la capital administrativa boliviana, los bautizó como “Zurracapote” y “Bravísimo”. Este último, después de bregar en el difícil terreno paceño, llegó a Santa Cruz, donde ha triunfado y, como dicen los aficionados a la tauromaquia: “dos orejas, vueltas al ruedo y rabo”.


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En Santa Cruz, con Bravísimo, la rompió, puso la cocina italiana a un nivel de autenticidad sin dejarse llevar por las tendencias, la única tendencia es la calidad, el buen gusto y la autenticidad, y los comensales y clientes lo premiaron llenando este restaurante ubicado en la perpendicular de la Monseñor.


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Luego “La Condesa”, que al dejar la San Martín se convierte en “Jaleo” en M40, y como Miguel tiene mucho músculo gastronómico y disfruta con su trabajo, siempre está más liado que “la pata de un romano”, y por si fuera poco, a finales de mes abrirá en Green Tower “ZIMO”, un “BRAVÍSIMO” que se come la “BRAVI”, convierte la “S” en Z para darle el nombre de ZIMO, un establecimiento gastronómico de fusión italiano-asiática, algo único en Santa Cruz en esta nueva tendencia y línea culinaria que acaba de crear.


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Miguel da trabajo, da sabiduría gastronómica, atención y calidad al cliente. Por eso es un protagonista de SCZgm.


A Miguel le encanta experimentar y, a veces, va más allá de la cocina de autor, con planteamientos que, sin ser su obligación, son su afición, que realmente revolucionan los conceptos de la cocina. No en vano, muchas veces deja la logística, las páginas Excel y la organización para meterse en la cocina.

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Miguel es de aquellos que repican las campanas y va a la procesión, y esta es una de sus grandes virtudes: conoce los procesos, los alimentos, la cocina como la palma de su mano, y por eso, lo que sale de sus establecimientos es una apuesta segura a la innovación, calidad y buen hacer gastronómico, cuyo verdadero timón como chef oficial de sus establecimientos lo lleva su hermano.


De esta área culinaria de “remilgos de Chef” de Miguel, comentarles tres pinceladas: cuando abrió “La Condesa”, la primera carta tuvo casi cien platos, cada cual mejor, y doy fe de ello.


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Si de paellas hay que hablar, la que él hace es excelente, de las mejores... si bien parece que tiene el mal de ojo del jurado del certamen paellero.


En cuanto a innovación, fascinan sus detalles con lo sencillo, como las papas bravas en forma de churro con una presentación muy novedosa, incluyendo tradición, modernidad y sabor. Podríamos escribir, relatar y describir cientos de platos, ya sean de línea italiana, española y, como viene ahora, de fusión asiático-italiana.


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En estos mares revueltos que vivimos socialmente en nuestro país en estos momentos, solo podemos asegurar que los que sobrevivirán solo serán los mejores, y dentro de ellos están los establecimientos como los de Miguel, que, apoyado por su familia y colaboradores, llegó a Santa Cruz con un muy sólido, imaginativo y buen trabajo, y por este camino ha conseguido ser uno de los importantes protagonistas de la gastronomía cruceña.

 
 
 
  • 9 jun
  • 2 Min. de lectura

OPINIÓN 09/06/2025


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La paella de “chancho” le da cien mil vueltas a la de mariscos, tal como hemos podido comprobar, certificar y saborear en familia. En esta cocinada que, además de llevar lo que manda los cánones iconoclastas, lleva un sofrito de tomate con su toque jalapeño y una reducción de abundante vino, tenemos un “poquitingo” de todo.


Por lo demás, proceso y cocciones igual que una paella normal, cuidando bien el fuego y los tiempos. Si bien ahora, con la crisis boliviana, carecemos del arroz de la Albufera, le hemos apostado al grano de la tierra, al arroz popular, sabiendo que los tiempos se alargan y hay que echarle el ojo y rectificar de caldo si es necesario.


Así, con proezas culinarias a lo birlibirloque, se ha conseguido un plato que ha levantado pasiones entre los comensales, que han condenado al marisco solo para las bullabesas, parihuela peruana que ahora con el frío entra muy bien.


Para que vean de nuestra transparencia, y que los secretos los hacemos públicos, les dejamos con los ingredientes en esta columna de Opinión. Pues no en vano esta atrevida columna no es noticia ni un gastrotour, es la opinión convertida en paella de lo que fehacientemente hemos comprobado cómo es una buena paella dentro de la herejía paellera.


Si quieren probarla, con una llamada lo solucionamos, ahí va lo que tendremos que comprar en el mercado:


Ingredientes

  • Arroz popular 100 gramos por comensal

  • Aceite de oliva, que no falte

  • Pimentón ahumado de Vera

  • Su toque de sal

  • Ahogado de tomate, su toque picante y sutil corte de cebolla

  • Habas tiernas, lo bueno serían las murcianas, en este caso de la huerta de La Guardia

  • Champiñones para tener una textura blanda

  • Vino tinto Clásico Campos de Solana

  • Ajos, mucho ajo sin pelar, que hierva y quede como mantequilla

  • Pimentón rojo para decorar y verde para freír y trocear

  • Dados de panceta de cerdo

  • Costillitas de chancho

  • Chorizos chuquisaqueños, picantes pero que no pican


Una cosa detrás de otra, paciencia y dos horitas, y ahí la magia de sabor, aroma y textura que ni La Marcelina te hace en la Malvarrosa una Paellanga de este calibre. Y eso sí: viva la Valencia Camba, anarquista, irreverente desde la ortodoxia paellera y revolucionaria independiente del reino del marisco. Una paella de arroz con cosas, pero con cosas de sabor y identidad.


Ramón Freixa Gourmet

 
 
 

OPINIÓN 03/06/2025


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El consejo de uno de los padres de la ‘nouvelle cuisine’: “Nadie puede dejarse una fortuna en un restaurante. Ni pasar cuatro horas en una mesa” Un libro recoge las últimas reflexiones del cocinero Michel Guérard, fallecido el pasado verano.


El debate sobre el futuro de la alta cocina está abierto. ¿Sobrevivirá muchos años más el menú degustación?, ¿los clientes están dispuestos a pasar horas frente a una sucesión de platos, que les van explicando y que muchas veces son incomprensibles?, ¿los cocineros seguirán abriendo restaurantes con la necesidad imperiosa de obtener estrellas Michelin y reconocimientos como palanca de atracción de clientes?


Algunas de estas respuestas las dejó por escrito, en el libro Memoria de la cocina francesa (Planeta Gastro), el cocinero francés Michel Guérard, fallecido el verano pasado, a los 91 años. Fue uno de los fundadores, junto a Paul Bocuse, los hermanos Troisgros, Jean y Pierre, y Alain Chapel de la nouvelle cuisine —nueva cocina francesa caracterizada, según los mandamientos del crítico Henri Gault, por la utilización de productos frescos y de calidad, por una cocción sin excesos, por cartas ligeras, por no ser excesivamente moderno, aunque abierto a investigar nuevas técnicas, huyendo de marinadas, maduraciones y fermentaciones, sin abusar de salsas ni exagerar las presentaciones—.


“Hecho en casa”: Francia quiere que los restaurantes indiquen en la carta si han elaborado o no sus platos


Fue una figura icónica de la cocina francesa, donde se inició como chef de pastelería en el hotel Crillon. En 1965 compró en subasta un modesto bistró en Asnières, que elevaría a los altares de la alta gastronomía. En 1974 se mudó a Las Landas, a Eugénie-les-Bains, donde puso en marcha su cocina de adelgazamiento en el hotel restaurante Les Prés d’Eugénie, en el que consiguió tres estrellas Michelin, que mantuvo durante casi medio siglo. De hecho, su libro La nueva cocina de la esbeltez se convirtió en un éxito y le llevó a la portada de la revista Time.


Cuando se le preguntaba por el futuro de la gastronomía francesa —quien le interrogaba era Benoît Peeters, autor, guionista y apasionado de la cocina— lamentaba la degradación de la restauración diaria, a pesar del empeño y el talento de las nuevas generaciones volcadas en restaurantes de más postín, donde el relevo estaba asegurado. “Cosa que no sucede forzosamente en la restauración cotidiana”.


En este aspecto, ensalzaba el trabajo que realizaban los italianos. “Han perseverado en una cocina simple pero de calidad. La pizza y la pasta han conseguido lo que el sándwich francés no ha conseguido. Un orgullo erróneo en materia de cocina nos ha desviado, sin duda, de la obligación de proponer una cocina simple, buena y poco costosa". Y aseguraba que si él se instalara en París de nuevo, intentaría seguir ese camino. “No trataría de añadir una gran casa a todas las que ya existen”.


En cuanto al impacto y la atracción de clientes bajo la estela de las estrellas Michelin, también tenía opinión: “Durante bastantes años, se ha afirmado que una casa con dos o tres estrellas permitía atraer a muchos clientes, lo cual suele ser cierto. Pero hoy en día, la impresión es que este esquema ya es historia”. Y señalaba que, por ejemplo, en Francia, la fórmula brasserie era mucho más fácil de rentabilizar.


Michel Guérard también se mostró rotundo con el hecho de que los códigos de la alta gastronomía hayan podido cansar a los clientes e incluso a los cocineros. Además de los precios. A todo esto, respondía: “Nadie puede dejarse una fortuna cada día en el restaurante. Ni pasarse cuatro horas en la mesa. Así que es lícito preguntarse sobre el futuro de la alta cocina”. Ya aseguraba que la economía de la restauración era un tema que siempre le había interesado. “Para seguir existiendo, nos interesa crear sin cesar, superándonos, pero también renovándonos en los modelos económicos”.


Precisamente, el cocinero fue uno de los pioneros en apostar por otros conceptos —en este sentido creó La Ferme aux Grives, además de Les Prés d’Eugénie—. “Me parecía indispensable proponer una restauración de calidad, pero de otro género, un marco muy diferente, con una gama de precios mucho más abordable”.


También fue pionero en desarrollar una cocina más ligera y saludable, pero compleja en innovaciones técnicas y gustativas. Porque cada comida debe presentar el equilibrio justo de proteínas, glúcidos y lípidos. “Es mucho más complicado que preocuparse simplemente por el número de calorías”.


Y confesaba algunos trucos. Por ejemplo, para hacer una salsa bearnesa ligera, utilizaba leche concentrada en lugar de mantequilla. En el caso de la vinagreta, sustituía una gran parte del aceite por un caldo aromatizado. “A menudo me sorprende que este tipo de ideas no las hayan aprovechado más mis colegas”. Por si acaso alguno desea seguir su ejemplo, lo ha dejado todo por escrito.

 
 
 

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