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  • 23 feb 2024
  • 4 Min. de lectura

23/02/2024 OPINIÓN


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Ramón Freixa




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En la crítica gastronómica, lo que este "métier" (profesión) requiere es proponer al consumidor una mejor manera de experimentar; el crítico debe dar contactos, información, historia, algo que te haga más listo cuando estés en un restaurante. Necesita darte más que la recomendación de 've acá o allá'. En esta columna recopilo una serie de comentarios sobre el periodismo y la crítica gastronómica.


El público y los clientes se volvieron experimentados y nosotros deberíamos estar a la altura. No tenemos que informar sobre lo que al lector le interesa, sino sobre lo que no sabía que le podía llegar a interesar.


La crítica no lo es todo en el periodismo gastronómico, es solo una forma de hacerlo, pero la relevancia y la trascendencia que ha tomado la ponen en boca de todos, sin querer se convierte en un poder y tarde o temprano uno siempre termina llegando a la crítica.


La crítica gastronómica es el análisis del hecho culinario desde la perspectiva individual y desde los propios gustos. Se puede hacer de restaurantes, vinos, o de opinión pura. Los críticos analizamos desde un punto de vista subjetivo y personal; estamos hablando de gustos personales, y eso marca tu relación con la cocina.


Cuando hago crítica es el relato de un momento, de cuando voy a un restaurante y cómo. Es un ejercicio riesgoso y evidentemente te puedes equivocar en muchas cosas. Me da igual que el restaurante haya abierto hace un mes o hace unos días, porque el restaurante está trabajando para un cliente para degustar un buen nivel.


Quienes hacemos periodismo gastronómico tenemos que hacerlo como el crítico de cine, que se ve varias veces la película, porque la opinión cambia. Al restaurante hay que ir varias veces.


Ser un crítico gastronómico implica un ejercicio literario, aunque sea menor. Hay que hacerlo bien y hay que comunicar lo mejor que uno pueda los conceptos que uno tiene en la cabeza. Hay que ser contundente o claro, ensalzar o criticar. Quien no domine el lenguaje la tiene difícil, si no domina el español está mal. Como crítico gastronómico debe ser libre y sincero y trasladar al papel lo que uno ha visto, procurando nunca herir a nadie, pues todos tenemos un mal día, y la reputación es un intangible que no puedes socavar por un subjetivismo mal entendido.


En el periodismo gastronómico hay que leer la cocina, los platos están llenos de mensajes. Pero independientemente de cuáles sean los mensajes, estos son emociones. A mí me gusta el mundo de las emociones porque es lo que más sintoniza con el lector. Comemos con la memoria, y la memoria trastoca la percepción de las cosas. Una comida es un relato, es un diálogo entre el cocinero y toca interpretarlo, saber leerlo para luego contarlo.


¿Qué queremos contar, qué es lo importante en esa historia y cómo hago para contarla? Cada crítica es una historia. Puedes hacer la crítica tan larga como quieras y empezar a recortarla. La crítica es un ejercicio de decir y salir corriendo. Es una columna de opinión y, por lo general, es corta. Si yo quiero contar una comida no puedo hacer un ejercicio literario y hacerla como un reportaje, una crónica. Que quede entre 540 y 700 palabras, máximo.


Personalmente me preocupa más el lector que me lee, que el cocinero del que escribo. Siento respeto por el cocinero y lo veo como a un héroe y me importa su trabajo, pero al final lo que quiero es buscar un vínculo entre el lector y mi nota gracias al cocinero.


Si, como digo, los chefs son verdaderos protagonistas del trabajo y la creatividad, los cocineros toleran la crítica gastronómica cada vez peor, hay algunos que no toleran lo que se dice. Y no se dan cuenta de que el único objetivo es ayudarles para corregir aquello que el público ve irregular. Una crítica bien hecha impulsa el sector, siempre que se haga de manera constructiva, siempre que permita ver las debilidades, fortalezas y el camino que está por recorrer para mejorar.


La vida del restaurante depende del boca-oído, y eso sí afecta al restaurante. Los críticos somos prescriptores. Le recomendamos a la gente dónde ir. Lo mismo que hacen los críticos de cine. Lo que digamos de una manera u otra va a influir, pero no creo que vaya a cerrar un restaurante por una crítica.


La crítica no quita clientes ni cierra restaurantes. Puede frenar la llegada de nuevos clientes, pero no hace que los clientes fidelizados se marchen. La crítica es capaz de cambiar el mundo porque provoca debate y sin debate no hay reflexión y sin reflexión no hay manera de avanzar. Este ejercicio siempre tiene consecuencias porque hace que alguien piense. No es bueno vivir en un mundo sin debate, en ese sentido, puede ser un estímulo o un freno.


En fin, nos hemos quedado entre la mitad de una columna de opinión, pensamiento cuasi filosófico y autoanálisis del periodismo gastronómico. Espero que te haya interesado.

 
 
 
  • 9 feb 2024
  • 2 Min. de lectura

09/02/2024 OPINIÓN


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Por Borja Cortes Ubach




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El vino no es simplemente vino. El vino, una bebida noble y milenaria que simbolizaba en religiones antiguas la unión de lo terrenal y lo espiritual.


La vitivinicultura, noble arte que reúne las técnicas para producirlo, nos une, genera empleo, moviliza a miles de turistas, que ávidos por aprender más, visitan y contribuyen al desarrollo de otras regiones, generando más empleo en sectores adyacentes.


El vino potencia los sabores de la gastronomía, sin duda alguna, la pareja ideal de la comida, de nuestros alimentos, de los platos y recetas llevando además la marca Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile… a la intimidad de las mesas del mundo.


La mayoría de los consumidores disfrutan del vino como lo hacen de la comida: con moderación y como parte de un estilo de vida saludable. El consumo de vino es un acto social y, por lo tanto, hace falta compartirlo para poder disfrutar. En Bolivia hay que resaltar el gran aporte que está haciendo “La Academia del Vino en Santa Cruz”.


Por otro lado, las mejores bodegas de Latinoamérica están asociadas a “Wine in Moderation”, una coalición mundial de organizaciones vinculadas al vino que creen en una cultura sustentable de consumo a través de la educación, y promoviendo conductas responsables que eviten excesos.


El programa desarrolla principios para cuidar al consumidor, a las regiones productoras y al patrimonio del vino. Se difunde una cultura positiva, permitiendo al sector ofrecer sus productos responsablemente y educando al consumidor para que elija consciente y entienda que el disfrute se encuentra vinculado a la moderación.


Apreciar un vino es conocer su origen, su cultura y territorio. Apreciar un vino es entender su carácter único, maridarlo y beberlo lentamente. Disfrutar de un vino también es aprender a que el vino se intercala con agua.


El vino es parte de la mesa familiar y del encuentro con amigos.


Estamos convencidos de que la ley de alcohol 0 no resolverá los problemas que a todos nos preocupan. Sólo la educación y la efectiva aplicación de las penas podrán modificar conductas irresponsables y abusivas. Quienes hoy no respetan el límite de 0.5 no van a respetar el límite de 0.


Termino con unas estrofas de un poema de Borges, lleno de sentimientos y sensaciones al mismo. Un poema que nos recuerda la íntima relación que ha mantenido el ser humano con el vino a lo largo de milenios:


"Al Vino"

En el bronce de Homero resplandece tu nombre,

negro vino que alegras el corazón del hombre.

Siglos de siglos hace que vas de mano en mano

desde el ritón del griego al cuerno del germano.

En la aurora ya estabas. A las generaciones

les diste en el camino tu fuego y tus leones.

Junto a aquel otro río de noches y de días

corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías....

¡Disfrutemos con responsabilidad esta gran bebida, Salud!

 
 
 
  • 18 ene 2024
  • 2 Min. de lectura

18/01/2024 OPINIÓN


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Por Jorge Mario Bergoglio




Selección y adaptación de unos párrafos del autor publicados este mes donde nos habla de los vicios y virtudes ha girado en torno a la relación con la comida, que puede terminar siendo fuente de problemas si no vivimos la virtud de la templanza y nos abandonamos a la gula.


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"Mira cómo come. Come con prisa, queriendo saciarse, pero nunca se sacia". No tiene una buena relación con la comida. Es esclavo de la comida.


En la sociedad, donde se manifiestan muchos desequilibrios y muchas patologías, se come demasiado, o demasiado poco. A menudo se come en soledad. Se extienden los trastornos alimentarios: anorexia, bulimia, obesidad... Y la medicina y la psicología intentan atajar la mala relación con la comida. Una mala relación con la comida provoca todas estas enfermedades, todas….


Se trata de enfermedades, a menudo muy dolorosas, relacionadas sobre todo con tormentos de la psique y del alma. Hay una relación entre el desequilibrio psíquico y la forma de comer. Lo malo no son los alimentos en sí, sino la relación que tenemos con ellos….


La comida es la manifestación de algo interior: la predisposición al equilibrio o a la desmesura; la capacidad de dar gracias o la arrogante pretensión de autonomía; la empatía de quien sabe compartir la comida con los necesitados, o el egoísmo de quien lo acumula todo para sí mismo….


Esta es una pregunta muy importante: "Dime cómo comes, y te diré qué alma posees". En el modo de comer se revela nuestro interior, nuestras costumbres y nuestras actitudes psíquicas.


Antiguamente la “gula” se llamaba “gastrimargia”, término que puede traducirse como “locura del vientre”. La gula es una locura del vientre. Aquí está este proverbio: que nosotros debemos comer para vivir y no vivir para comer. Es un vicio que se injerta en una de nuestras necesidades vitales, como la alimentación. Estemos atentos a esto….

Si lo leemos desde un punto de vista social, la gula es quizá el vicio más peligroso que está acabando con el planeta. Porque el pecado de quien cede ante un trozo de pastel, después de todo, no causa gran daño, pero la voracidad con la que nos hemos desatado, desde hace unos siglos, hacia los bienes del planeta, está comprometiendo el futuro de todos.


Nos hemos abalanzado sobre todo para hacernos dueños de todo cuando había sido consignado a nuestra custodia, no a nuestro fundamento. Este es entonces el gran pecado, la furia del vientre: hemos abjurado del nombre de hombres para asumir otro: "consumidores". Hoy se habla así en la vida social: consumidores….


Ni siquiera nos dimos cuenta de que alguien había empezado a llamarnos así. Estábamos hechos para ser hombres y mujeres “eucarísticos”, capaces de dar gracias, discretos en el uso de la tierra, y en cambio el peligro es de transformarse en depredadores, y ahora nos estamos dando cuenta de que esta forma de "gula" nos ha hecho mucho daño al mundo.


Hay que comer, pero entrando en el camino de la sobriedad, y que la gula no se apodere de nuestra forma de vida.


FUENTE: Ciclo de catequesis de los vicios y virtudes del Papa Francisco

 
 
 

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