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GastroTOUR 23-04-25

Este es el viaje cultural del tenedor que pasó de ser un símbolo de lujo a un artículo esencial. Desde su controvertido debut en las cortes bizantinas hasta convertirse en un accesorio esencial de la cocina moderna, este utensilio recorrió un camino que refleja cambios profundos en la cultura.

La historia del tenedor como generador de polémica comenzó en el siglo XI. La princesa bizantina María Argyropoula causó un escándalo al usar un tenedor dorado en un banquete de bodas. Este acto provocó la desaprobación del clero veneciano, que vio en el utensilio una ofensa al orden divino.
La introducción del tenedor significó un cambio profundo en las costumbres alimentarias y de mesa, aunque no fue aceptado por todos.

Durante mucho tiempo, las culturas monoteístas condenaron el uso del tenedor al considerarlo innecesario y una amenaza al diseño divino de comer con las manos, propio de árabes, judíos, musulmanes y cristianos.

Algunos clérigos, además, tal como señala el medio, el utensilio evocaba el tridente del diablo, lo que avivó el rechazo asociando el tenedor con la vanidad y el exceso.
En la aristocracia europea, el tenedor se convirtió en símbolo de distinción y refinamiento.

Los mercaderes acaudalados y la élite utilizaron el tenedor como forma de reafirmar su posición social, diferenciándose de quienes continuaban usando las manos para alimentarse.
Esta adopción temprana generó resentimiento en el clero y la población general, quienes percibían el tenedor como una señal de arrogancia.

La expansión del tenedor en Europa se potenció gracias a figuras como Catalina de Médicis., Catalina no solo llevó la cocina italiana a Francia, sino también refinadas costumbres de etiqueta que incluían el uso del tenedor.
Su influencia legitimó y popularizó su uso entre la aristocracia francesa, transformándolo en un símbolo de elegancia y distinción.
A pesar del apoyo noble, el uso del tenedor enfrentó resistencia, especialmente en Inglaterra y los Estados Unidos, donde se lo consideraba un adorno innecesario y poco masculino. El tenedor se transformó en una barrera, un instrumento de exclusión que separaba a los privilegiados del resto.

Con el tiempo, el comercio extenso y la globalización durante los siglos XVII y XVIII facilitaron la adopción del tenedor en diversos círculos sociales. Para el siglo XIX, en gran parte de Europa y América, ya se consideraba al tenedor un elemento estándar en la mesa.

No obstante, a medida que su uso se expandía y la producción masiva lo hacía accesible, su imagen aristocrática comenzó a desaparecer.
Curiosamente, el protagonismo del tenedor observó un cambio inverso en tiempos recientes. Las tendencias culinarias modernas celebran nuevamente la interacción directa con la comida, llevando a redescubrir las conexiones íntimas que proporciona el comer con las manos.

Este regreso a prácticas alimentarias táctiles sugiere que, más allá de ser un simple utensilio, el tenedor influyó en la percepción y la experiencia del acto alimentario a través de los siglos.
El relato del tenedor ofrece una perspectiva única sobre las transformaciones culturales que definieron las prácticas alimentarias contemporáneas, mostrando cómo un simple objeto jugó un papel importante en las complejas dinámicas del poder, la inclusión social y las costumbres compartidas.