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SoloVINO 08/04/2025


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A la hora de planificar una comida, nos preguntamos a menudo en qué orden se deben servir los vinos. ¿Cuál es el momento adecuado para beber un vino determinado? Hay algunas pautas básicas, pero lo importante es asegurarse de que el matrimonio tenga sentido y disfrutarlo.



REGLAS BÁSICAS PARA EL ORDEN DE SERVICIO DE VINOS


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Empezar con burbujas como un refrescante y delicado Brut es una buena idea para refrescar el paladar y abrir el apetito; luego, los vinos blancos, seguidos por los rosados, luego vinos tintos y, finalmente, los vinos dulces.




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No servir un vino estructurado o potente antes de un vino más ligero, ya que los taninos del primero opacarán el paladar del más suave y neutralizarán los aromas más frutales del segundo.


Al igual que ocurre con el orden de la comida, los vinos dulces se deben servir al final. Ve aumentando gradualmente el nivel y reserva los vinos más complejos después de los más ligeros.


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Sin duda, es difícil volver a la fruta fresca y la acidez vibrante de un vino joven después de probar los sabores de un vino añejo. Por ello, sirve primero los vinos jóvenes y afrutados, antes que los vinos maduros.



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Y, por último, no olvides que si los vinos van acompañados de un maridaje, los platos también deben seguir el mismo criterio de secuencia. Pero lo más importante de todo es pensar en tu disfrute: guíate por estos consejos sin dejar de dar rienda suelta a tus gustos e imaginación, y no tengas miedo de experimentar y sorprenderte.


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Y no olvides: los vinos de gran reserva deben descorcharse con 30’ o 45’ de antelación, o bien en decantador o con filtro que oree el vino.


Por Raquel Morales / LPgm

 
 
 
  • 4 abr
  • 2 Min. de lectura

GastroTRIVIA 04-04-2025


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El cocinero y CHEF Michel Guérard fue uno de los precursores de la ‘Nouvelle cuisine’, con restaurante propio desde 1965 y se convirtió en un referente culinario internacional.


El chef francés Michel Guérard, que tenía tres estrellas Michelin desde 1977, falleció a los 91 años en la población de Les Bains, la localidad de Las Landas, donde se encuentra su establecimiento hostelero.


Fue un hombre particularmente humano e interesante que tuvo un papel muy importante para la proyección exterior de su pueblo gracias a la cocina.


Nada presagiaba que este hombre procedente del norte de Francia terminara como un gran chef instalado en Las Landas, sobre todo hasta que encontró a la que se convirtió en su mujer, la hija de Adrien Barthélemy, fundador de una cadena hotelera que compró el complejo de Eugénie.Hijo de un carnicero y ganadero, Michel Guérard se formó como panadero y pastelero antes de entrar a trabajar en el prestigioso hotel Crillon de París, inicialmente como jefe de repostería. Su primer negocio propio, Le Pot-au-Feu, en 1965, se convirtió rápidamente en una referencia y él apareció como uno de los fundadores del concepto de la Nouvelle Cuisine.


La primera estrella Michelin la consiguió en 1967 y la segunda, cuatro años más tarde. En 1974 se instaló en Eugénie-les-Bains con su esposa, Christine, y procedió a la renovación tanto culinaria como arquitectónica del complejo que había comprado su suegro. En 1977 obtuvo la tercera estrella Michelin.


La herencia de los platos de Guérard se distingue a la legua y se renueva cada año, ajustándose en su puesta en escena y sus puntos de cocción gracias a un experimentado equipo de cocina. Con su característica chaquetilla entreabierta y ese nombre bordado en caligrafía inglesa, sigue emocionando la sutil acidez de su terrina de foie gras de oca, servida con finas gelatinas, o el fragante caldo corto de cangrejos y erizos de mar guarnecido con hierbas y una 'isla flotante' salada, salpicada de trufas.


No pasará jamás de moda su ravioli de setas con espárragos verdes, la ostra con crema Chiboust de café verde o el tornasolado bogavante asado, que ahúman en la misma chimenea en la que yo mismo quemaba cañones de plumas de pollos, pulardas y patos.


El pichón asado con su piel lacada, foie gras y achicoria con bergamota, la pintada rellena de queso fresco y hierbas, el Pithivier de pato à la Royale, el carro de quesos o todos los postres, tan sólidos como adictivos y atiborrados de frutas rojas, cremas, hierbaluisa y ramas de vainilla en el interior de hojaldres, galletas y ligerísimos soufflés.

 
 
 

NOTICIAS 03/04/2025


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Dividir la cuenta a partes iguales en el restaurante es un error: la razón matemática. Descubrimos la opción más rentable a la hora de pagar en un restaurante.


Es una escena habitual en países latinos y del sur de Europa: tras una comida entre amigos, llega la cuenta y alguien sugiere la solución más sencilla: la dividimos entre todos. Parece lo más justo, pero en realidad, esta práctica nos hace gastar más de lo que deberíamos.


Dividir la cuenta a partes iguales en el restaurante es un error


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Mientras que en el norte de Europa y en otros países como Estados Unidos es común que cada persona pague exactamente lo que ha consumido, en el sur tendemos a repartir el total de forma equitativa. A primera vista, esto puede parecer una muestra de camaradería, pero la matemática demuestra que no es la opción más inteligente para nuestro bolsillo.


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Para entender este fenómeno, se realizó un experimento en Estados Unidos con 18 mesas de restaurante. A algunos grupos se les indicó que cada persona pagaría su parte exacta; a otros, que la cuenta se dividiría entre todos; y a los últimos, que la comida estaba completamente pagada por la organización. El resultado fue revelador: el gasto medio por persona fue más alto en las mesas donde la cuenta se repartía a partes iguales. Es decir, cuando la gente sabía que el coste se distribuiría entre todos, tendía a gastar más. En cambio, en las mesas donde cada uno pagaba lo suyo, el consumo fue más moderado.


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Este comportamiento tiene una explicación matemática y psicológica. Cuando sabemos que la cuenta se divide entre todos, el “daño” de pedir un plato más caro se reparte entre el grupo. Si un comensal elige un solomillo en lugar de una ensalada, el impacto en su bolsillo es menor porque se diluye en la suma total. Sin embargo, el “beneficio” de ese plato más caro es individual, ya que solo lo disfruta quien lo pidió. En cambio, cuando cada persona paga lo que ha consumido, la decisión de gastar más conlleva un coste directo y personal, lo que lleva a elegir de forma más racional y ajustada a las posibilidades de cada uno.


¿CUÁL ES LA MEJOR FORMA DE PAGAR EN GRUPO?


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Si el objetivo es gastar menos y evitar abusos involuntarios, la mejor opción es que cada persona pague lo que ha pedido. No solo evita malentendidos, sino que también promueve decisiones de consumo más equilibradas. Dividir la cuenta puede parecer una estrategia sencilla y cómoda, pero en la práctica nos lleva a gastar más de lo necesario. La próxima vez que salgas a cenar en grupo, quizás quieras pensarlo dos veces antes de sugerir el “todo a medias”.


Fuente: EL NACIONAL

 
 
 

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