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  • 13 ago 2024
  • 3 Min. de lectura

SoloVINO 13/08/24


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En el vasto universo del vino, no solo las variedades de uva, las regiones vinícolas y las técnicas de vinificación juegan un papel crucial en la experiencia que ofrece cada sorbo, sino también el tamaño de la botella en la que se presenta este elixir.


Aunque el formato más conocido es el tradicional de 750 ml, existe una amplia gama de tamaños de botellas de vino que no solo responden a necesidades prácticas, sino que también añaden un toque de exclusividad y sofisticación a la cultura vinícola.


EL SIGNIFICADO DETRÁS DE CADA MEDIDA


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La industria del vino, rica en tradición y detallismo, ha establecido una variedad de tamaños de botellas que van desde los diminutos “Piccolos” hasta los majestuosos “Melchizedeks”.


Cada uno de estos formatos tiene su razón de ser, adaptándose a contextos y necesidades específicas que van desde la conservación y envejecimiento del vino hasta su función en celebraciones y eventos especiales.


  • 187,5 ml – Piccolo o Split: Este tamaño es perfecto para una degustación individual, ideal para quienes desean disfrutar de la calidad sin comprometerse a una botella completa.

  • 375 ml – Media Botella: Ideal para parejas o para quienes prefieren moderación en su consumo, manteniendo la esencia y calidad del vino.

  • 750 ml – Estándar: La medida más reconocida, un equilibrio perfecto entre cantidad y calidad, presente en mesas alrededor del mundo.

  • 1,5 L – Magnum: Más que un formato doble, el Magnum es sinónimo de festividad, donde la calidad del vino se potencia por su mayor capacidad para envejecer.

  • 3 L a 15 L: Desde el Doble Magnum hasta el Nabucodonosor, estos tamaños son verdaderas piezas de colección, cada uno con su historia y ocasión especial, desde bodas hasta grandes celebraciones.


Vinos Espumosos: Burbujas que Marcan la Diferencia


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  • 187,5 ml a 375 ml: Los espumosos también encuentran su lugar en los formatos Piccolo y Media Botella, ideales para brindis íntimos o para disfrutar en solitario.

  • 750 ml – Estándar: La botella por excelencia para compartir la alegría de las burbujas, sea en cenas o celebraciones.

  • 1,5 L a 30 L: En el mundo de los espumosos, los formatos grandes como el Jeroboam y el Melchizedek no solo impresionan por su tamaño, sino por la promesa de una celebración inolvidable, donde cada burbuja cuenta la historia de la fiesta.


MÁS ALLÁ DEL TAMAÑO: UNA CUESTIÓN DE CALIDAD Y EXPERIENCIA


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La elección del tamaño de una botella de vino no es meramente una cuestión de cantidad. Los enólogos y productores saben que el volumen de la botella influye en el proceso de envejecimiento del vino.


Las botellas más grandes ofrecen una proporción menor de oxígeno en relación con el volumen de vino, lo que permite un envejecimiento más lento y potencialmente más elegante. Esto es especialmente relevante para vinos de alta gama destinados a la guarda.


Además, el impacto visual y simbólico de botellas de gran tamaño en eventos especiales no puede subestimarse. Un Magnum, Jeroboam o incluso un Nabucodonosor no solo son centros de atención por su imponente presencia, sino que también hablan del esmero y la celebración de la vida que el vino representa.


UNA TRADICIÓN QUE SE RENUEVA


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Lejos de ser meras reliquias del pasado, los diversos tamaños de botellas de vino se adaptan y renuevan constantemente, encontrando su lugar tanto en el corazón de los coleccionistas como en las mesas más modernas y minimalistas.


Marcas y productores innovadores experimentan con ediciones limitadas y diseños personalizados, convirtiendo cada botella en una obra de arte.


En este sentido, el conocimiento sobre los tamaños de botellas de vino se convierte en una herramienta esencial para aquellos apasionados por el vino, ya sea para elegir el regalo perfecto, planificar un evento memorable o simplemente para disfrutar de una copa de vino en la justa medida. La variedad de tamaños ofrece una flexibilidad que enriquece la experiencia del vino, permitiendo que cada ocasión se acompañe con la botella perfecta.


Explorar los tamaños de botellas de vino es adentrarse en una faceta fascinante de la cultura vinícola, donde cada medida cuenta una historia y cumple una función. Desde los prácticos Piccolos hasta los grandiosos Melchizedeks, el mundo del vino ofrece un abanico de opciones para satisfacer cada necesidad y deseo.


Entender la importancia de cada tamaño es comprender un poco más el arte y la ciencia que envuelven a esta bebida milenaria, reforzando el vínculo entre tradición e innovación que caracteriza al mundo del vino.

 
 
 

SOLOVINO 06/08/2024


Entrevista Mariano Fernández Amunátegui, presidente de la Academia Internacional del Vino.


“Hace 10 años que no venía a Santa Cruz de la Sierra y quedé muy gratamente e impresionantemente sorprendido con los avances de su desarrollo urbano, la modernidad de su comercio e industria que plantea una modalidad y estilo de desarrollo de la que espero no retroceda. Pienso que esta Santa Cruz de la Sierra le hace muy bien a Bolivia y al continente latinoamericano."


”Mariano Fernández Amunátegui / Pas presidente de la Academia Internacional del Vino.Entrevista realizada por la Revista Moscatel


¿CUÁL FUE EL HITO DE SU PASO AL MUNDO DEL VINO?


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Mi primer encuentro con el vino ocurrió cuando conocí a la familia de mi esposa. Yo pertenecía a una familia que bebía poco vino y me encontré con mi futuro suegro, que era un gran experto en los vinos populares de la época, llamados en Chile vinos pipeños. Ahí comenzó un proceso en el que descubrí que tenía un olfato interesante y me fui desarrollando con el tiempo.


SU TRAYECTORIA EN EL MUNDO DEL VINO.


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Al respecto, puedo decir que me inicié como catador de vinos en los años 70, viviendo en Alemania, y lo continué por décadas en los 80, espaciándolo mucho en los años 90, cuando asumí responsabilidades de gobierno.


El año 1995 me incorporé a la Cofradía del Vino en Chile y el año 2004 a la Academia Internacional del Vino, participando además en diversas otras cofradías como la de Médoc et Graves, la Jurade de Saint Emilion, Europäische Weinritterschaft y otras. En 2009 fui elegido por dos períodos como Presidente de la Academia Internacional y, actualmente, estoy en el directorio de la Cofradía chilena.


SU EXPERIENCIA EN LA NOCHE DE LOS CHEFS.


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Aquí, en la Academia del Vino de Bolivia, he tenido una gran experiencia gracias a la iniciativa y la simpatía personal de Mauricio Zamora y María Teresa Justiniano. También tengo que decir que me sorprendió gratamente la cocina de Camila Lechín y, por cierto, la conversación con uno de los dueños de Campos de Solana, Nicolás Granier, quien presentó sus excelentes vinos de manera sencilla, pero con mucho conocimiento.


No podría olvidar a Ramón Freixa, connotado periodista español, quien hizo de maestro de ceremonias. Fue una experiencia extraordinaria para mí y mi familia (mi mujer, mi hija y mi yerno) y una agradable sorpresa para un viajero, como yo, que hacía bastante tiempo no venía a Santa Cruz de la Sierra. Me alegró verla con un notable desarrollo y modernidad.


MIRADAS, APRENDIZAJES Y VISIONES SOBRE EL VINO DE BOLIVIA.


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Me resultó una novedad extraordinaria apreciar la diversificación y la calidad de los vinos bolivianos. Aunque no he tenido la oportunidad de una cata pormenorizada, principalmente bebimos espléndidos blancos y tintos de Campos de Solana. Me parece que Bolivia está dando un salto cualitativo en materia de vino y pienso que tiene un gran futuro.


La gente que está participando en la industria refleja, como siempre en las industrias vitivinícolas, alta capacidad profesional, estupenda calidad humana y una condición industrial moderna y futurista.


EL FUTURO DEL VINO EN LATAM: DESAFÍOS Y PERSPECTIVAS.


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El vino en América Latina tiene ya un presente. La situación de Chile, Argentina, Uruguay. Ahora, el panorama de Bolivia me confirma que ha mejorado considerablemente la vida y cultura boliviana en materia vitivinícola. Con esto deseo decir que tenemos un presente y un auspicioso futuro del vino latinoamericano.


El futuro del vino del mundo está en la diversificación y producción de vinos de calidad, y a esos conceptos debe orientarse el mundo de nuestro continente. A ello agreguemos la difusión de la importancia que tiene el vino para la vida social, el placer personal y también para el desarrollo de una industria que es compañera fundamental de la gastronomía de tal manera que apoye su calidad, contribuya al agrado en la vida y genere también una dignidad en actividades cotidianas fundamentales como son el comer y el beber.


¿SE VIENE LA ACADEMIA DEL VINO LATAM?


En relación a nuevas propuestas latinoamericanas, yo soy partidario de una vieja doctrina que consiste en que las casas se construyen ladrillo por ladrillo y no empezar por la ventana. En este momento la Academia del Vino Boliviana es un ejemplo estupendo que me imagino podrá ser seguido por otros países del continente. No sé si hay academias del vino en otras latitudes de América Latina, con las características de esta recién creada academia boliviana. En Chile existen diversas organizaciones vinculadas al mundo y cultura del vino, pero no una academia así.Respecto a una academia latinoamericana, me parece que todavía hay mucho que recorrer porque debería haber academias o instituciones similares en varios países antes de poder avanzar a una organización regional más general. Por ahora, yo tengo la impresión de que lo que tiene sentido es que la Academia del Vino de Bolivia se desarrolle, madure su trabajo y se expanda. Su éxito podría constituirse en un ejemplo de interés para otros países y así contribuir a otros proyectos a realizarse en el futuro.


MARIANO FERNÁNDEZ AMUNÁTEGUI


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  • El Canciller Fernández nació en Santiago, el 21 de abril de 1945.

  • Estudió Derecho en la Universidad Católica de Santiago (1965-1970). Hizo estudios de especialización en Metodología de las Ciencias Sociales en la Universidad de Bonn (1974-1976).

  • Está casado con María Angélica Morales, con quien tiene 3 hijos, Magdalena, Mariano y Cristóbal.

  • Embajador de Chile ante la Santa Sede (2016-2018); Embajador de Chile en Alemania (2014-2016); Ministro de Relaciones Exteriores de Chile (2009-2010); Embajador de Chile en EEUU (2006-marzo de 2009); en Gran Bretaña (2002-2006), Concurrente en Libia; ante el Reino de España (2000-2002), Concurrente en Andorra (2000-2002); en Italia (1992-1994), Concurrente en Malta (1992-1994); y en la Misión de Chile ante la Unión Europea (1990-1992). Fue subsecretario de Relaciones Exteriores entre los años 1994-2000.

  • Entre 2003 y 2007 se desempeñó también como comisionado de Chile ante la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Representante Especial del Sec. Gral de la ONU a cargo de la Operación de Paz (Minustah) en Haití (2011-2013).

  • Vicepresidente del Instituto Ítalo-Latinoamericano (IILA), con sede en Roma (1992-1994) y Presidente del Instituto de Relaciones Europa-Latinoamérica (IRELA), con sede en Madrid (1993-1994).

  • Es miembro titular de la Academia Internacional del Vino (AIV). Presidente de la AIV por dos períodos 2009 a 2015; miembro de la Asociación de Ciencia Política de Chile; Presidente Honorario de la Asociación de Sommeliers de Chile; miembro de la Cofradía del Mérito Vitivinícola de Chile (1995). Actualmente, miembro del directorio de la Cofradía y miembro del directorio del Foro Permanente de Política Exterior de Chile (FPPE).

  • Premio Embajador del Vino 1996 (Colegio de Ingenieros Agrónomos Enólogos); Premio del Año 2009 (Vinos de Chile); Premio Nacional de Gastronomía 2014 (Les Toques Blanches); Premio Exquisito 2015 (Asoc. Chefs de Italia); Premio a la Trayectoria 2022 otorgado por la Asociación de Ingenieros Agrónomos Enólogos.

  • Es miembro de honor de: The Worshipful Company of Distillers de la City de Londres; Jurade de Saint Emilion; Europäische Weinritterschaft; Commanderie de Médoc et Graves; Slow Food; Confrerie des Fromagers.

  • Ha participado en numerosos concursos internacionales de cata, representando a Chile.

  • Ha sido condecorado por los Gobiernos de Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Croacia, Ecuador, España, Finlandia, Italia, México, Panamá, Países Bajos, Portugal, Perú, Suecia y Santa Sede.


FUENTE Revista Moscatel / Pablo Pizarro Guzmán https://revistamoscatel.com.bo/

 
 
 
  • 30 jul 2024
  • 7 Min. de lectura

SoloVINO 30/07/2024


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Existe un coleccionista de vino francés que afirma que su colección ha sido valorada en 50 millones de euros. Se llama Michel-Jack Chasseuil y tiene más de 50.000 botellas de vino en su bodega, bajo su casa de La Chapelle-Bâton (Deux-Sèvres), entre las que se cuentan una Château d’Yquem de 1811 y casi todas las botellas que produjo la famosa bodega en el siglo XIX, una Romanée-Conti de 1945, todas las de Pétrus desde 1914 y también otras rarezas como botellas de la bodega del mítico actor Alain Delon, del propio Hitler, del vino que bebía Napoleón en la prisión de Santa Helena e incluso una botella de champán Marie Brizard que se salvó del naufragio del 'Titanic'.


Así lo enumeraba Chasseuil en la entrevista que dio al periodista Amaury Coutansais-Pervinquière para 'Le Figaro' a principios del año pasado. Cata Mayor, el canal gastronómico de EL PERIÓDICO y el grupo Prensa Ibérica, ha intentado ponerse en contacto con él, sin éxito, y por eso recuperamos sus palabras de aquel perfil: “Me lo he bebido todo en esta vida”, decía. Chasseuil, que empezó siendo calderero y pasó a trabajar como diseñador industrial para Dassault, el fabricante de aeronaves militares y civiles francés, probó sus primeros grandes vinos gracias a que hablaba inglés.


500 € PARA CONOCER SU COLECCIÓN


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Lo había aprendido durante su servicio militar en Sudáfrica, lo cual le permitió convertirse en el director de ventas internacionales de la compañía y llevar a comer a los clientes a los grandes restaurantes de la época, como La Tour d'Argent o el Georges V, donde tuvo ocasión de degustar los mejores vinos.“El vino es patrimonio de la humanidad”, afirmaba Chasseuil ante los críticos que advierten que coleccionar el vino para no beberlo nunca no tiene ningún sentido.


A sus más de 80 años, decidió que su colección tenía que poder ser visitada, por lo que tras negociaciones infructuosas con el ayuntamiento de su pueblo ha fundado la sociedad Michel-Jack Chasseuil International Wines and Arts Museum, en la que trabaja para que algún día salga a la luz su gran proyecto, al que llama el Louvre del vino, y que podrá visitarse de forma privada por un precio que -se rumorea- rondará los 500 € por entrada.


SECUESTRO EN SU PROPIA CASA


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En aquella entrevista, el coleccionista -que antes de comprar sus cuatro primeras cajas de Pétrus en 1982 había coleccionado sellos y monedas- explica que en 2014 le secuestraron en su propia casa para arrebatarle sus preciadas botellas, pero que no pudieron, y que un multimillonario chino quiso comprar su colección (él fue quien estimó su valor total en 50 millones de euros), pero que finalmente no la vendió. Desde entonces, la hacienda francesa le reclama dos millones de euros en concepto de patrimonio. “Mi colección es un museo y no hago negocios con ella”, sentencia. Sin embargo, para financiar su fundación, ya ha vendido 500.000 euros en botellas.


¿Qué sentido tiene tener tal cantidad de vino raro encerrado en sus botellas si nadie puede probarlo? ¿Es una contradicción que el vino, cuyo primer objetivo es ser bebido, se almacene para no beberlo? Para hallar alguna respuesta, es necesario adentrarse en qué consideramos hoy un objeto y qué es el propio hecho de coleccionar.


CADA BOTELLA TIENE UN SIGNIFICADO ESPECIAL


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El filósofo Jean Baudrillard, en el capítulo 'II. El sistema marginal: la colección', en 'El sistema de objetos' (Siglo XXI: México, 1969), define el objeto como “un recinto mental en el cual yo reino, una cosa de la cual yo soy el sentido” y “una pasión de la propiedad privada”. En la colección, dice, “triunfa esa empresa apasionada de posesión” y es “donde la prosa cotidiana de los objetos se vuelve poesía, discurso inconsciente y triunfal”.En el caso del vino, su sentido va más allá de ser una bebida fermentada y alcohólica: la historia que rodea a cada bodega y a sus bodegueros, los sistemas de puntuación, los cupos, las buenas o malas añadas, haber pertenecido a personajes famosos, y mucho más, imbuyen a cada botella de un significado especial presente en el imaginario colectivo de los amantes del vino.


EL PAPEL DE UN DIOS QUE LO CONTROLA TODO


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En palabras del filósofo marxista Walter Benjamin, en un fragmento de 'Los pasajes' (Akal, 2005), el coleccionista “hace del ensalzamiento de las cosas algo suyo. [‘Convierte en cosa suya la idealización de los objetos’ ] Sobre él recae la tarea de Sísifo de poseer las cosas para quitarles su carácter mercantil. Pero les otorga solo el valor de quien las aprecia, no el valor de uso”. De ahí que cada persona le atribuye un significado especial a determinadas botellas, igual que hicieron Yves Saint Laurent y Pierre Bergé con la colección de arte que colonizó por completo su apartamento de la Rue de Babylone, y que llegó a ser “una obra de arte en sí misma”, como dijo Robert Murphy en 'The Private World of Yves Saint Laurent and Pierre Bergé' (Vendôme Press, 2009).


El coleccionismo puede leerse como un síntoma, no de una enfermedad sino de un carácter. Coleccionar implica dar un orden a un todo de cosas que reproduce a pequeña escala el mundo, incontrolable e inabarcable, donde el coleccionista hace el papel de un dios que lo controla todo. Según Christian Godin en '5. Tout avoir, La Totalité: La totalité imaginaire vol.1' (Champ Vallon: Seyssel, 1998), “la psicología del coleccionista es la del nervioso obsesivo asustado por el desorden de las cosas, que busca domarlo gracias a un orden artificial que les impone”.


ABARCAR Y ENCERRAR EL MUNDO


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Dice Godin que el coleccionista es un perfeccionista al que le preocupa constantemente poder abarcar y encerrar el mundo. “La colección se basa en el sueño imposible de estar completo: ningún coleccionista ha tenido nunca todos los sellos, pero sigue adquiriéndolos para tenerlos todos. Si le falta un elemento, todo queda en nada. Pero siempre se le escapará uno, y nada podrá colmar esa falta excepto la propia muerte. La compulsión a acumular se prepara contra la muerte; involucrarse en un proceso infinito -el donjuanismo, la neurosis del coleccionista, la codicia del conquistador- es una manera de posponer el término último de la muerte hasta el infinito. La totalidad es un conjuro”.


Los vinos adquieren significados especiales y personales para los coleccionistas porque son del año en el que nacieron o en el que sucedió algo importante en su vida, porque los asocian a un recuerdo o a una persona, etc. En este sentido, la sumiller y crítica de vino Pilar Cavero, que apoya el argumento patrimonial como vertebrador de la colección de Chasseuil, explica que para ella el primer sentido de coleccionar vino es emocional: “Empiezas a guardar botellas para cuando llegue el día de abrirlas con la persona adecuada, y así brindar con el vino perfecto para ese momento. Por supuesto, también hay un coleccionismo de etiquetas, de aquellos vinos que se supone que tienes que tener o que probar, o de los que se van a revalorizar”.


Cavero explica que el vino como inversión es un activo que está ganando mucho interés, y que cada vez hay más empresas que se dedican a proporcionar criterios de inversión en vino.


"EL VINO ES MUCHO MÁS QUE UN LÍQUIDO"


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Para ella, la colección de Chasseuil está más próxima al coleccionismo de arte u objetos preciosos, que por estar recubiertos de un valor social existen más allá de la pura utilidad para la que fueron producidos, es decir, ser bebidos. Así, la voluntad museística del coleccionista tiene el fin de exhibir su colección tal y como si fueran cuadros. “Esa colección es preciosa porque no se ha dejado llevar solamente por un criterio de revalorización, sino que hay criterios personales y culturales. Igual que se adquieren los vestidos de Lady Di, que fueron diseñados para ser vestidos, pero que nadie volverá a ponerse, así sucede con el coleccionismo de vino. Cuando estamos hablando de botellas tan especiales como las que tiene 'monsieur' Chasseuil, el líquido que contienen pasa a un segundo plano y es el objeto y todo lo que lo envuelve el verdadero protagonista. Porque un vino es mucho más que un líquido: es una forma de arte, de expresión, un mercado y un negocio, elaborado para ser amado y venerado, no es solo para beberlo; trasciende el objetivo para el que fue creado y que acaba formando parte de la historia y del patrimonio cultural de la humanidad”.


Contrariamente, el sumiller Bernat Villarubia, de los restaurantes Alkimia y Al Kostat, considera que “una colección de 50 millones de euros de vino es la estupidez más grande de todos los tiempos. El problema se resuelve por el valor de 8 euros: lo que necesita es un abridor. Una botella de vino es información contenida. ¿Para qué retener una información que no va a llegar a nadie? Es como mandar un mensaje al espacio: la cosa más estúpida del universo. Y si es para que luego lo compre un fondo de inversión, todavía peor. ¡Qué triste!”.


"PURO FETICHISMO"


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Asimismo, el divulgador del vino Santi Rivas, que duda de la verosimilitud del valor de la colección de Chasseuil, no le ve ningún sentido a acumular vino que nunca será bebido. “Es puro fetichismo, como todo coleccionismo, por satisfacción de tener esas botellas más que de beberlas”.El coleccionismo de vino, para él, tiene dos modalidades: utilitarista, cuando se colecciona pero se usan las botellas de esa colección -“yo, que tengo una colección de unas 1.000 botellas, voy comprando y voy usándolas para abrirlas y comentarlas o para las catas que doy”; e inversionista, cuando se guardan vinos gentrificados o con potencial esperando una revalorización futura, “aunque el coleccionista privado puede tener dificultades para vender esas botellas”, comenta Rivas, que explica que en su particular forma de coleccionar, cada adquisición esté vehiculada por una narrativa, sea porque son vinos raros de conseguir, vinos de culto, de los que le traen recuerdos, de sus bodegas preferidas o todos los vinos que le gustan de la añada de 2019, cuando nació su hijo, con quien espera bebérselas algún día.


“El vino no es solamente una bebida”, afirma Arthur de Gaulejac, copropietario de la distribuidora Caskadia. “Es algo que proporciona placer inmediato, inspiración y embriaguez. Pero el coleccionismo de vino está relacionado con lo económico y, sobre todo, con la especulación, y no con el disfrute. Por ejemplo, hay una industria del vino fino en Hong Kong donde duermen millones de botellas exclusivas. En China, el vino de los grandes 'chateaux' de Burdeos se puso muy de moda hace unos 20 años y los consumidores compran mucho más de lo que beben solamente por la posibilidad de venderlo en el futuro. Creo que cuando se tiene pasión o amor por el vino, siempre se encuentra el momento y/o las personas adecuadas para abrir ciertas botellas especiales, que habrás guardado quizás para envejecer, algo que es parte de la cultura de los países mediterráneos”.


FUENTE: EL PERIODICO DE CATALUNYA

 
 
 

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